Se limpia primeramente el pescado, en cantidad de un kilo, cociéndolo luego en agua con sal, apartándolo cuando esté cocido y dejándolo en la cacerola, sin quitarle el agua.
Después se agregan guisantes, en cantidad de medio kilogramo, ya limpios de sus vainas, los cuales se ponen al fuego cubiertos de agua, con su sal correspondiente y dos gramos de bicarbonato de sosa. Se les deja hervir hasta que tomen un hermoso color verde, y entonces se apartan del fuego, quitándoles el agua a través de un colador. Hecho esto, se ponen nuevamente en la vasija donde cocieron, con agua solamente hasta cubrirlos, dejándolos cocer de nuevo hasta que estén tiernos; y entonces se les vuelve a quitar el agua con el colador, dejándolos después cubiertos de agua fría.
Cuando se termina de preparar los guisantes, se pone en un plato, con agua, un pedazo de miga de pan del tamaño de un limón, aproximadamente, y en una sartén, con cuatro cucharadas de aceite, se fríe un ajo, y después una cucharada de perejil fresco y picado, el cual se aparta antes que se ponga negro.
En un mortero se machaca un poco de azafrán, después el ajo y perejil fritos, y, por último, la miga de pan remojada, batiendo luego todo esto con un cacillo del agua de cocer el pescado.
Entonces se saca éste de la cacerola, escurriéndolo bien, y en seco se coloca en otra cazuela. Sobre él se vierte primero el aceite de freír el ajo y perejil; después, todo el batido del mortero; se enjuaga éste con otro cacillo del agua del pescado, y se vierte sobre la cazuela donde se halla la corvina, moviendo el recipiente de un lado para otro e inclinándole para que se mezcle bien la salsa, y añadiéndole, por último los guisantes.
Terminada la preparación, se prueba la salsa, por si hay que agregarle sal o agua, y se deja así la cacerola hasta que vaya a servirse. Unos minutos antes se acerca la cacerola al fuego, se calienta bien el pescado, y colocándolo después en una fuente, se sirve.