352 -¡Oh dioses! ¡Hija de Zeus, que lleva la égida! ¿No
nos cuidaremos de socorrer,
aunque tarde, a los dánaos moribundos? Perecerán, cumpliéndose
su aciago destino, por
el arrojo de un solo hombre, de Héctor Priámida, que se enfurece
de intolerable modo y
ya ha causado gran estrago.
357 Respondióle Atenea, la diosa de ojos de lechuza:
358 Tiempo ha que ése hubiera perdido fuerza y vida, muerto en su patria
tierra por los
aqueos; pero mi padre revuelve en su mente funestos propósitos, ¡cruel,
siempre injusto,
desbaratador de mis planes!, y no recuerda cuántas veces salvé
a su hijo abrumado por los
trabajos que Euristeo le había impuesto: clamaba al cielo, llorando,
y Zeus me enviaba a
socorrerlo. Si mi precavida mente hubiese sabido to de ahora, no hubiera escapado
el hijo
de Zeus de las hondas corrientes de la Éstige, cuando aquél lo
mandó que fuera a la
mansión de Hades, de sólidas puertas, y sacara del Érebo
el horrendo can de Hades. Al
presente Zeus me aborrece y cumple los deseos de Tetis, que besó sus
rodillas y le tocó la
barba, suplicándole que honrase a Aquiles, asolador de ciudades. Día
vendrá en que me
llame nuevamente su amada hija, la de ojos de lechuza. Pero unce los solipedos
corceles,
mientras yo, entrando en el palacio de Zeus, que lleva la égida, me armo
para el combate;
quiero ver si el hijo de Príamo, Héctor, el de tremolante casco,
se alegrará cuando
aparezcamos en el campo de la batalla. Alguno de los troyanos, cayendo junto
a las naves
aqueas, saciará con su grasa y con su carne a los perros y a las aves.
381 Dijo; y Hera, la diosa de los níveos brazos, no fue desobediente.
La venerable diosa
Hera, hija del gran Crono, aprestó solícita los caballos de áureos
jaeces. Y Atenea, hija de
Zeus, que lleva la égida, dejó caer al suelo el hermoso peplo
bordado que ella misma
había tejido y labrado con sus manos; vistió la túnica
de Zeus, que amontona las nubes, y
se armó para la luctuosa guerra. Y subiendo al flamante carro, asió
la lanza ponderosa,
larga, fornida, con que la hija del prepotente padre destruye filas entenas
de héroes
cuando contra ellos monta en cólera. Hera picó con el látigo
a los corceles, y abriéronse
de propio impulso rechinando las puertas del cielo de que cuidan las Horas -a
ellas está
confiado el espacioso cielo y el Olimpo-, para remover o colocar delante la
densa nube.
Por allí, por entre las puertas, dirigieron aquellas deidades los corceles,
dóciles al látigo.
397 El padre de Zeus, apenas las vio desde el Ida, se encendió en cólera;
y al punto
llamó a Iris, la de doradas alas, para que le sirviese de mensajera:
399 -¡Anda, ve, rápida Iris! Haz que se vuelvan y no les dejes
llegar a mi presencia,
porque ningún beneficio les reportará luchar conmigo. Lo que voy
a decir se cumplirá:
Encojaréles los briosos corceles; las derribaré del carro, que
romperé luego, y ni en diez
años cumplidos sanarán de las heridas que les produzca el rayo,
para que conozca la de
ojos de lechuza que es con su padre contra quien combate. Con Hera no me irrito
ni me
encolerizo tanto, porque siempre ha solido. oponerse a cuanto digo.
409 De cal modo habló. Iris, la de los pies rápidos como el huracán,
se levantó para
llevar el mensaje; descendió de los montes ideos; y, alcanzando a las
diosas en la entrada
del Olimpo, en valles abundoso, hizo que se detuviesen, y les transmitió
la orden de Zeus:
413 -¿Adónde corréis? ¿Por qué en vuestro
pecho el corazón se enfurece? No consiente
el Cronida que se socorra a los argivos. Ved aquí to que hará
el hijo de Crono si cumple
su amenaza: Os encojará los briosos caballos, os derribará del
carro, que romperá luego,
y ni en diez años cumplidos sanaréis de las heridas que os produzca
el rayo; para que co-
nozcas tú, la de ojos de lechuza, que es con tu padre contra quien combates.
Con Hera no
se irrita ni se encoleriza tanto, porque siempre ha solido oponerse a cuanto
dice. ¡Pero tú,
temeraria, perra desvergonzada, si realmente to atrevieras a levantar contra
Zeus la
formidable lanza...!
425 Cuando esto hubo dicho, fuese Iris, la de los pies ligeros; y Hera dirigió
a Atenea
estas palabras:
427 -¡Oh dioses! ¡Hija de Zeus, que lleva la égida! Ya no
permito que por los mortales
peleemos con Zeus. Mueran unos y vivan otros, cualesquiera que fueren; y aquél
sea
juez, como le corresponde, y dé a los troyanos y a los dánaos
lo que su espíritu acuerde.
432 Esto dicho, torció la rienda a los solípedos caballos. Las
