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ENVENENAMIENTO

SUBLIMADO CORROSIVO Y PREPARACIONES MERCURIALES


Son preparaciones mercuriales:
Bromuro de mercurio.
Ioduro de mercurio.
Protóxido de mercurio.
Calomelanos.
Cinabrio.
Polvos de Juannes.
Etc.

Los síntomas del envenenamiento por el sublimado son: sabor metálico, acre; náuseas, vómitos; dolores vivos en la garganta, a lo largo del esófago y en el estómago; hipo, dificultad de orinar, tumefacción del vientre, pulso flojo, calambres, extremidades frías, abatimiento; después sudores fríos y abundantes; el pulso disminuye cada vez más, síncopes cada vez mayores, y el enfermo muere conservando hasta el fin de sus padecimientos la integridad completa de las facultades intelectuales.

Tratamiento.
Dése de 2 en 2 minutos una taza de agua que tenga en disolución 3 o 4 claras de huevo. Leche. Hierro reducido. Combátase la inflamación intestinal con cataplasmas de linaza.

Reactivos.
Mezclando en un tubo de vidrio, cerrado por una de sus extremidades, el sublimado u otro cualquier compuesto mercurial con la potasa, y calentando, el mercurio metálico viene a depositarse en glóbulos sobre las paredes del tubo. Ensayando la disolución acuosa del sublimado con diversos reactivos, se verá que precipita en amarillo rojizo por la potasa o el agua de cal; en blanco por el amoniaco; en negro por los hidrosulfatos solubles; en rojo por el ioduro de potasio, fina chapa de cobre, bien limpia, metida en una solución mercurial, pronto se cubre de una ligera capa de este metal, así como cuando es expuesta a sus vapores.
El éter agitado con la solución de sublimado se apodera de este. Basta entonces decantar el éter que sobrenada, y evaporarlo a un calor suave para obtener el residuo que se trata de nuevo por el agua, y que da la solución casi pura.
En los casos más complicados obtiénese con mayor seguridad el sublimado en sustancia, agitando el líquido con carbón animal en polvo, el cual tiene la propiedad de apoderarse del sublimado; separando después el carbón, tratándolo por la mezcla de alcohol y éter, y evaporando estos.
En todos los casos en que el sublimado sea descompuesto, o por las materias vomitadas, o por los tejidos con los cuales se combina, reconócese la existencia del mercurio, secando estas sustancias al baño de maría, mezclándoles potasa con alcohol, y calcinándolas al rojo: sublímase entonces el metal y viene a depositarse en glóbulos sobre las paredes del cuello do la retorta o tubo.

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