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ENVENENAMIENTO

DETECCIÓN DEL ARSÉNICO EN MATERIAL ORGÁNICO


Por medio del aparato de Marsh, o de los reactivos indicados previamente (sulfato de cobre amoniacal, nitrato de plata, ácido hidrosulfúrico, agua de cal), pueden fácilmente reconocerse las cantidades más mínimas de ácido arsenioso cuando este veneno se halla disuelto en agua.

Pero el problema es más complicado cuando se trata de descubrir una corta cantidad de arsénico, en medio de masas considerables de materias orgánicas, corno por lo común sucede en los casos de envenenamiento. Vamos a indicar sucintamente la marcha que entonces debe seguirse.

Si aun existe una parte de los alimentos que han ocasionado el envenenamiento, conviene examinar si en el fondo de las vasijas no se ha formado un depósito de ácido arsenioso en polvo blanco, el cual, por ser muy pesado, se precipita prontamente; entonces puede ser descubierto por los reactivos ya mencionados. Semejante investigación debe practicarse sobre las materias vomitadas. Si estas pesquisas son infructuosas, deben exprimirse los alimentos o las materias vomitadas mediante un lienzo bien limpio, previamente lavado en agua destilada; de este modo se dividen en una porción líquida y otra sólida, que primero se tratan por separado y después juntas. Deben disminuirse los líquidos por evaporación en cápsula de porcelana.

Como generalmente contienen, materias orgánicas en disolución, son demasiado viscosos para ser introducidos directamente en el aparato de Marsh. Producen mucha espuma, y seria difícil dirigir convenientemente a experiencia. Además, la presencia de estas materias orgánicas cambia notablemente las reacciones propias para descubrir el arsénico; preciso es, pues, comenzar por destruirlas.

Lo mejor es concentrar mucho los líquidos, añadirles después una cantidad de ácido sulfúrico proporcionada a la de la materia orgánica que se supone existir en la disolución. Evapórase para expeler el ácido sulfúrico. La materia orgánica queda destruida, y es reducida a la forma de carbón esponjoso. Rocíase este carbón con ácido nítrico concentrado, y se vuelve a calentar para despojarlo del ácido; despréndense vapores rutilantes en abundancia. El arsénico, cuando lo hay, se transforma en ácido arsenioso que se disuelve o agua. Deslíese el residuo en un poco de agua destilada hirviendo, cuélase, y por lo común se obtiene, cuando la carbonización ha sido bien hecha, un licor incoloro o un tanto colorado, el cual puede tratarse con facilidad por los reactivos o por medio del aparato de Marsh.

Las materias sólidas que han quedado en el lienzo también se deben carbonizar por el ácido sulfúrico. Al efecto, mézclese con el quinto de su peso poco más o menos, de este ácido concentrado y caliéntese. Toda la materia se liquida; expélese el ácido sulfúrico por la acción del fuego, rocíase el carbón con ácido nitrico que se evaporará; por último, disuélvese el residuo en agua destilada hirviendo. Obtiénese por filtración un líquido transparente parecido al que resulta del tratamiento de la porción líquida, reúnense ambos líquidos y se tratan juntos por los reactivos o por el aparato de Marsh.

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