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Teatro y cine – Teatro moderno, nuevas directivas
HENRI-RENE LENORMAND
En 1905, Henri-René Lenormand estrena en el Grand-Guignol de París su primer obra. Entra,
pues, en el teatro por uno de los caminos más inseguros: el misterio, la locura, el extravío, las
fuertes emociones, la angustia del espectador, todo está allí representado en una mezcla rara y
mediocre. Es decir que el autor de A l'ombre du mal (1922) adquiere, desde su iniciación, un
especial dominio de la atmósfera escénica, en donde ha de hacer vivir a sus personajes y
desde la cual ha de dirigirse al espectador. De su particular y profunda visión del hombre y
de sus problemas hace todo lo demás: que es crear un teatro de conciencia, en donde los
personajes se dirigen hacia el espectador y hacen impacto en la duda y en la angustia de
pensar que el hombre puede llegar a ser como sus "fracasados", o de qué forma puede vivir el
"cobarde" con su complejo, sin llegar a saber que lo es.
Es un teatro en que el mal no se discute, se acepta como algo necesario y se señala como una
existencia irredimible y fatal. A esa posición se añaden unos elementos de orden físico como
en Le Simoun (1921), o en Le mangeur de réves (1922), que forman un clima en donde las
conciencias se atormentan como en un infierno dantesco, sin ver el camino del retorno a la luz
y a la regeneración.
Sin duda es uno de los teatros de más significación por la valentía y personalidad con que está
expuesta una actitud dramática de nuestra época: la desesperación.
Henri-René Lenormand nace en París en 1882 y está vinculado a los más nobles y
desinteresados movimientos para crear una conciencia teatral moderna.