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Teatro y cine - Teatro moderno, nuevas directivas
Todo lo que ha trascendido de los movimientos sociales, estéticos o filosóficos lo ha recogido
y reflejado el
teatro con un gran sentido de la realidad, por ser un género que vive y se
desarrolla con una mayor conciencia de la actualidad que otros géneros literarios. El teatro
siempre va conducido un poco de la mano, aunque sabe que con la otra puede marcar su
compás libre. El público es su lazarillo inconsciente. Por eso también se explica que el material
ideológico y formal del teatro se renueve con menos facilidad que otras manifestaciones del
espíritu. Cuando necesita renovarse radicalmente tiene que librar sus batallas en grupos
artísticos aislados y para un limitado público, lo que hace que sean lentas y a veces difíciles
sus transformaciones.
Un ejemplo característico de esa lenta evolución se da en el siglo pasado cuando el teatro
romántico no puede alejarse del público con la misma facilidad que se desprende la novela. Es
difícil encontrarnos con retoños de otras estéticas literarias como nos encontramos con el
romántico en Edmundo Rostand en Francia y en Francisco Villaespesa en España.
Para que existiera una verdadera revolución teatral fue necesario que existieran grupos
aislados en todos los países de influencia universal en el arte: en Rusia el "Teatro de Arte" con
Stanislavski de organizador; en Francia el "Teatro Libre" y otros muy significativos: en
Alemania, Italia, España y Noruega las energías de hombres de teatro selectos y sobre todos la
potentísima personalidad de Enrique Ibsen, que supo captar en una magnífica síntesis las
inquietudes sociales, morales y filosóficas de todo un siglo.
Tenían que aparecer tendencias y direcciones muy firmes para lograr teatros que se pudieran
catalogar en una sola definición como el "Teatro de Ibsen". El impulso estaba dado. Todos
aquellos países en donde el teatro ha sido siempre una importante manifestación cultural,
dieron, con diferencias de valores, sus teatros orgánicos: en Inglaterra, el teatro de Bernard
Shaw; en Francia el de Elenri R. de Lenormand; en Italia el teatro de Luis Pirandello y en
España el de jacinto Benavente.
Cada uno por sí solo representa una conquista en el mundo de las ideas dramáticas.