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Teatro y cine – Teatro moderno, nuevas directivas
EL TEATRO CONTEMPORANEO ESPAÑOL
A principios de este siglo tiene influencia enorme en el teatro la actitud costumbrista y
regional de la novela realista. El tema andaluz y el madrileño ocupan la atención de los
autores dramáticos de ese tiempo.
La región andaluza contó con la simpatía de dos autores hijos de sus tierras, los hermanos
Alvarez Quintero, Serafín y Joaquín, que escribieron siempre en fraternal y amistosa
colaboración. El fuerte de los Quinteros se halla en el gracejo andaluz; pero el costumbrismo
andaluz suele ser en ellos bastante superficial, de un marcado sentido burgués, dirigido a un
público medio que no quiere angustiarse la vida con problemas hondos, psicológicos o
sociales. Una de sus más famosas comedias es El genio alegre y la más dramática Malvaloca,
por no citar más que dos ejemplos de su extensa producción, que recorrió, en el primer cuarto
siglo, los principales escenarios de España y América.
El costumbrismo madrileño en el teatro tuvo su expresión máxima en Carlos Arniches, si bien
no alcanzó nunca la altura de los Quinteros.
Tiene un valor excepcional en el teatro contemporáneo Jacinto Grau. Posee el sentido hondo e
inteligente de los grandes mitos dramáticos al par que poéticos y sabe presentarlos con un
soplo de vida real y humana. El único defecto es su lenguaje un tanto arcaico; por eso su
teatro ganó al ser traducido, como ocurrió con su obra cumbre El señor de Pigmalión.
Joaquín Dicenta, con su Juan José, nos presenta un teatro pasional, hondo, pero un tanto
efectista, en el que los problemas sociales no aparecen con la belleza literaria del teatro ruso.
La decadencia de la comedia se acentúa con Pedro Muñoz Seca, de indudable gracia e ingenio,
pero de un sentido del teatro que no puede ser considerado de altura.
Con Miguel de Unamuno vuelve el teatro español a cobrar nuevos bríos, de visión moderna,
como en Fedra, tragedia desnuda, sentida de nuevo por un alma, de los conflictos de amor y
odio. En Sombras de sueño se refleja la agonía del pensador, filósofo y escritor, y el drama de
lo cotidiano, de lo monótono, con el ansia de una vida imposible, plena, en que el sentido
trágico se palpa y llena la escena.
El teatro de Valle-Inclán se caracteriza por la deshumanización, por la modalidad grotesca que
imprime a la trayectoria del arte por el arte. Valle-Inclán se libra del sentimentalismo de fin de
siglo por la caricatura y su fino humor.
En estos últimos años, el teatro aparece como verdadero teatro nuevo con la figura de
Federico García Lorca, que no pudo llegar a una potente madurez, pero que en La zapatera
prodigiosa, en Yerma, en La casa de Bernarda Alba y Bodas de sangre, de intenso contenido
poético, se muestra un verdadero dramaturgo.
En nuestros días, Alejandro Casona es la figura más representativa del teatro español
moderno, entre cuyas obras merecen citarse: Nuestra Natacha, La sirena varada y Otra vez el
diablo.