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LITERATURA GRIEGA - La filosofía en el período ático (SIGLOS V - IV A. DE J. C.)
SÓCRATES
Fundador de la filosofía
ática, nació hacia el año 469 a. de J.
C., de una familia humilde
perteneciente al demo de Alopece. Su madurez coincidió con el gobierno de Pericles.
"Atraídos por el esplendor de Atenas, acudían a ella los personajes más eminentes de Grecia
y entre éstos llegaron entonces aquellos hombres famosos llamados sofistas, porque hacían
profesión de la sabiduría. Sócrates se acercó a ellos para aprender su ciencia; sin embargo,
persuadido de que más bien
la negaban, estudió la dialéctica para combatirlos
con sus
propias armas. La juventud dorada de Atenas sentía gran atracción por aquellos sofistas que
impresionaban al público con sus actitudes teatrales. Se vestían con largo manto de púrpura,
como los antiguos
rapsodas, y se presentaban en público,
no para recitar los poemas
homéricos, sino para lucir su destreza en la retórica, como elocuentes oradores que podían
defender ora una causa, ora la contraria,
con la misma habilidad. Su arte y su
doctrina la
enseñaban a los jóvenes mediante un salario, y llegaban a reunir de
este modo una
envidiable fortuna". (Cfr. Samuel Ramos, Prólogo a la edición parcial de Platón, páginas V-
VI.) Los
más renombrados fueron GORGIAS de
Leontino, en Sicilia (483-376),
PROTAGORAS de Abdera (481-411), PRODIGO de Ceos (nacido hacia 465), HIPPIAS, etc.
Jactábanse de poseer conocimientos universales, y discutían capciosamente sobre las
cuestiones más opuestas, pretendiendo que acerca de cualquier problema podía sostenerse el
pro y el contra, lo justo y
lo injusto, y acabando por negar la existencia de verdades
universales, así en los dominios de la teoría como en los de la práctica.
Sócrates, en cambio, no pretendía divulgar ninguna doctrina especial, porque, según
afirmaba insistentemente, lo único que sabía, era que no sabía nada. Su divisa reproducía la
máxima "conócete a ti mismo", inscrita en el frontón del templo de Delfos, en la cual resumió
la finalidad fundamental de los estudios filosóficos, es decir, la naturaleza de la virtud y del
vicio, el modo conducente a lograr la fuerza del carácter, el dominio de sí, la justicia para con
los semejantes y la piedad hacia los dioses. Nuestro filósofo, que no escribió nada, daba sus
enseñanzas paseándose por la plaza pública; trabando conversación con las gentes, ponía en
juego la ironía, que, fingiendo ignorar, interrogaba, así como la mayéutica o arte de llevar a
sus interlocutores a dar por si mismos con la verdad. "En sus conversaciones, más bien que
transmitir una verdad, incita a su discípulo a que indague por sí mismo y le sirve de guía
mientras aprende el camino de la investigación. Así, pues, lo que propiamente constituye la
enseñanza socrática es el aprendizaje de un método para buscar la verdad, y su
preocupación es la formación moral del ciudadano. Cree que no hay malos a sabiendas, es
decir, que quienes obran mal lo hacen creyendo que es el bien. De aquí que Sócrates
considere indispensable la sabiduría para adquirir la virtud. Su misión fue servir de
conciencia a la ciudad de Atenas para descubrirle sus vicios e incitarla a la virtud. Se
compara por ello con un jinete que espolea a su cabalgadura para hacerla marchar por el
buen camino. Sin embargo, los hombres no gustan de que se les diga la verdad, cuando ésta
es desagradable. Sócrates se conquistó con su actitud, entre las almas ruines de sus
compatriotas, odios y enemistades que, a la postre, fueron el motivo fundamental de su
condenación". En efecto, acusado de haber introducido en su patria dioses nuevos y de
corruptor de la juventud, fue condenado a beber la cicuta, después de defenderse en su
Apología, escrita por Platón. Los últimos momentos de Sócrates, narrados por su discípulo
más ilustre en el Fedón, del que más adelante reproducimos un fragmento, constituyen una
escena verdaderamente conmovedora.
El pensamiento socrático, que tan profunda influencia ha ejercido en la filosofía de todos los
tiempos, nos es conocido gracias a las obras de Platón y a algunos de los escritos de
Jenofonte, particularmente Los memorables o conversaciones con su maestro, en las que éste
es presentado como un ciudadano probo y piadoso; la Apología, destinada a demostrar la
inocencia del filósofo ateniense, y El banquete, relato de una comida durante la cual expone
Sócrates su teoría acerca del amor.