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LITERATURA GRIEGA - La elocuencia en el periodo ático (SIGLOS V - IV A. DE J. C.)
DEMOSTENES
"Si se busca un orador perfecto -dice Cicerón-, un orador al cual no falte absolutamente nada,
se nombrará a Demóstenes sin vacilar. En las materias que ha tratado, no hay recurso
oratorio que no haya puesto en juego con una maestría y sagacidad extraordinarias.
¿Deseaba que su estilo fuese puro y correcto? La delicadeza, la concisión y la claridad lo
distinguían. ¿Deseaba
elevarse? Nada entonces más loable, ni más pomposo, tanto por la
dignidad de la expresión como por la majestad del pensamiento... Nadie le ha aventajado en
el estilo sublime, en el simple y en el templado". Los discursos de Demóstenes (384?-322) son
unos de carácter político y otros de índole forense. Los principales entre los primeros se
agrupan bajo el título de Filípicas (tres Olintianas, cuatro Contra Filipo, Sobre la paz, y Sobre
el Quersoneso), y están consagrados a combatir los designios del rey de Macedonia. En los
segundos se discuten procesos jurídicos (Acerca de la prevaricación en la embajada, Por la
corona, etc.). Un año después de la derrota de Queronea, propuso Ctesifonte que se premiase
a Demóstenes con una corona de oro. Atacó Esquines como ilegal esta iniciativa, criticando
duramente la política de su rival, el cual se defendió en el último de los discursos citados
anteriormente, brillante exaltación de los sentimientos del honor y del deber patrios.
Los enemigos del gran orador consiguieron más tarde desterrarle de Atenas, adonde volvió
después de la muerte de Alejandro. Sucumbió Demóstenes víctima del poderío macedónico,
cuyo triunfo no pudo impedir. Acosado por los satélites de Antípatro, y a punto de ser
aprehendido, se envenenó en el templo de Poseidón, de la isla Calauria, en la Argólida.