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LITERATURA ESPAÑOLA - Siglo XVI: plenitud renacentista
EL TEATRO
GIL VICENTE Y TORRES NAHARRO. – La
superación del teatro de Encina se debe al
portugués Gil Vicente, nacido poco después que el maestro salmantino, hacia 1470. Músico,
poeta y orfebre, Gil Vicente, de cuya vida no sabemos mucho, posee una compleja
personalidad artística. Es el primero de los grandes portugueses bilingües. Escribió cuarenta
piezas, de las cuales doce están en castellano. En algunas otras aparece el castellano
alternando con el portugués. En sus comienzos -Auto pastoril castellano, Auto des Reis
Magos- apenas si se desvía del teatro rústico-religioso a la manera de Encina. Después su
mundo dramático adquiere variedad y movimiento. En el teatro religioso inicia el drama
simbólico alegórico en la Trilogía das Barcas -Infierno, Purgatorio y Gloria- y en el Auto dos
quatro tempos, antecedentes de los autos calderonianos. En obras como la Tragicomedia da
Serra da Estrella o el Triunfo do invierno la inspiración bucólica se enriquece con el
sentimiento directo de la naturaleza. Trata los temas caballerescos en Don Duardos y
Amadís; los fantásticos en Auto das Fadas y Comedia Rubena; los delicadamente humanos
en La Sibila Casandra. Cultiva el teatro satírico de costumbres en farsas y comedias:
Comedia do viudo, Farsa das Ciganas, de Inés Pereira, dos Físicos. Tiene, en fin, contenido
filosófico en obras como el Auto da feira o La Historia de Deos.
La obra dramática de Gil Vicente supone un progreso inmenso sobre la de Encina, en el
aumento de temas y motivos literarios, en la gran riqueza de personajes tanto de la tradición
literaria como tomados de la realidad. En las ideas refleja casi todas las corrientes del
pensamiento de su época y en particular la erasmista.
La personalidad artística de Gil Vicente se ha revalorizado en los últimos cincuenta años.
Aparte de los trabajos, críticos, casi todos entusiastas, algunos poetas contemporáneos como
Rafael Alberti se han inspirado en el lirismo popular del poeta portugués, el más perfecto de
todos los cultivadores de la lírica tradicional en el siglo XVI. Signo de esta revalorización,
que al parecer transcendió más allá del hispanismo, es el juicio del historiador de la
literatura italiana Richard Garnett, quien, al esbozar el cuadro del teatro europeo de la época,
dice: "Sólo un pequeño rincón de Europa poseía en los comienzos del siglo XVI un teatro
vivo, nacional y admirable como literatura a un tiempo. Nada en la historia literaria es más
sorprendente que la distancia entre Gil Vicente y sus contemporáneos, clásicos o románticos".
En efecto, el genio de Gil Vicente al infundir exquisito lirismo en una visión dramática
extraordinariamente rica para su tiempo no tiene igual entre los escritores coetáneos. No es
exagerado afirmar que dentro de unas líneas primitivas, percibimos en el drama vicentino
como un germen del movimiento animado y la gracia popular de Lope, la profundidad
humano-poética de Shakespeare y el simbolismo filosófico de Calderón.
Imitando también a Encina empezó su obra Bartolomé de Torres Naharro (muerto hacia
1531), natural de Badajoz, en Extremadura.
Torres Naharro se trasladó joven, al parecer, a Italia donde pasó gran parte de su vida y bajo
el influjo directo de lo italiano se apartó de los rumbos de Encina -a quien había tomado
como modelo en su primera obra, Diálogo del Nacimiento- para crear un teatro sin los
valores poéticos del de Gil Vicente, pero de gran significación e influencia en el desarrollo de
las formas dramáticas. La diferencia esencial entre Torres Naharro y sus contemporáneos es
que él abandona por completo los temas religiosos para tratar exclusivamente otros, de
costumbres o novelescos, tomados de la comedia latina y del ambiente italiano. Reunió sus
ocho comedias en un libro titulado la Propalladia (que significa "primicias de Palas o
Minerva"), publicado en Roma en 1517, con un largo proemio de tanta importancia en la
historia del teatro español como las obras mismas. Es este proemio la primera exposición
teórica en castellano de una doctrina teatral. En él da detalladas reglas técnicas, como el
número de actos en que debe dividirse el drama -que son cinco- o el de interlocutores,
variable entre seis y doce. En cuanto a la teoría, quizá lo más notable es la división que
Naharro hace entre la comedia "a noticia" o sea la realista de cosa vista en la realidad, y "a
fantasía" o sea la poética, de cosa fingida, imaginada.
De sus obras, las más vivas para un lector moderno son probablemente las dos realistas,
Soldadesca y Tinelaria, cuadros de costumbres romanas con carácter picaresco. De sus otras
obras, las más interesante es Nimenea, verdadera comedia de capa y espada sobre motivos
del honor -seducción de Febea, intento del marqués su hermano de recobrar la honra
familiar dando muerte a Febea, y casamiento al fin de los amantes.
Carece Naharro del genio poético de Gil Vicente. Su teatro marca, sin embargo, un
considerable progreso técnico como antecedente de las formas de Lope. Igual que el de Gil
Vicente, presenta una gran variedad de personajes realistas y de la tradición literaria, clásica.
Respira, además, un pleno aire renacentista de libertad y ambiente internacional. El
cosmopolitismo se traduce en la mezcla de lenguas que los personajes hablan. También
refleja Naharro, en el desenfado con que trata temas eclesiásticos y pinta la vida de la Roma
pontificia, notables concomitancias con el erasmismo.