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LITERATURA ESPAÑOLA - Siglo XVI: plenitud renacentista
LA NUEVA POESIA: ADOPCION DE LOS METROS ITALIANOS
La poesía es el género que primero asimila íntegramente la estética del Renacimiento
mediante la imitación directa de los poetas italianos por Juan Boscán, que sumó pronto a sus
propósitos innovadores a su amigo Garcilaso de la Vega. Boscán cuenta en una carta dirigida
a la duquesa de Soma cómo se decidió en 1526 a escribir en lengua castellana "sonetos y
otras trovas usadas por los buenos autores de Italia" a instancias del embajador veneciano
Andrés Navagero, y cómo fue Garcilaso quien le animó a seguir por el nuevo camino.
Garcilaso unió al consejo el ejemplo y fueron sus poesías, no las de Boscán, las que
aseguraron el triunfo de la nueva escuela hispano-italiana. El resultado fue una completa
revolución literaria. Las formas poéticas tradicionales no desaparecieron, pero ocuparon por
el momento un lugar secundario. Todos los grandes poetas del siglo XVI adoptaron la
manera italiana, cuyo elemento distintivo era el verso endecasílabo en diferentes
combinaciones estróficas: soneto, terceto, octava rima, etc., algunas de las cuales habían
usado en la Edad Media Francisco Imperial o el marqués de Santillana, sin que llegasen a ser
aceptadas por la generalidad de los poetas.
De mayor trascendencia que las innovaciones métricas -aunque fueron éstas las que
suscitaron la oposición de los tradicionalistas- fue la difusión del nuevo espíritu que latía en
ellas. Al incorporarse a la poesía castellana la tradición greco-latina, resucitada por los
italianos, se enriquece la lengua con ritmos y armonías hasta entonces no oídos, con un
nuevo vocabulario poético y una nueva capacidad de expresión metafórica. Entran también
en la poesía los temas bucólicos, amatorios y mitológicos. Pero, sobre todo, el poeta aspira a
expresar sus sentimientos íntimos, el amor o el dulce desmayo que en su alma produce la
contemplación de la naturaleza, y adopta una actitud enteramente nueva ante la realidad,
idealizándola. El poeta descubría el mundo de su propia intimidad casi desconocido para
sus antecesores medievales, y adquiría conciencia de la belleza exterior, espejo, de acuerdo
con las ideas neoplatónicas, de la belleza suma, inmóvil y perfecta. Como dirá Herrera, uno
de los grandes continuadores de Garcilaso, en un soneto dedicado a la mujer amada.
Que yo en esa belleza que contemplo
…….
la inmensa busco, y voy siguiendo al cielo.