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LITERATURA ESPAÑOLA - Siglo XVI: plenitud renacentista
LA NUEVA POESIA: ADOPCION DE LOS METROS ITALIANOS
FERNANDO DE HERRERA. - La lírica de la segunda mitad del siglo está dominada por tres
grandes poetas: Fernando de Herrera (1534?-1597), fray Luis de León (1528?-1591) y San Juan
de la Cruz (15421591). De los dos últimos nos ocuparemos en el apartado siguiente, al
estudiar la literatura religiosa. Herrera, llamado el Divino, nacionaliza completamente el
italianismo, en la poesía castellana. En sus Anotaciones a Garcilaso estableció las normas
teóricas (le la escuela, imprimiéndole un sentido culto, aristocrático y académico, que llega
hasta Góngora. Por eso es considerado Herrera como el verdadero iniciador del cultismo. Su
estilo representa la etapa intermedia entre el primer momento del italianismo, el de
Garcilaso, y el último, que será el barroco de los culteranos en el siglo XVII. Es además
reconocido Herrera -que en Sevilla, su ciudad natal, pasó toda su vida consagrado al estudio
y a la poesía- como jefe de la escuela sevillana formada por un grupo de poetas y humanistas,
al que pertenecían, entre otros, Francisco de Medrano, Francisco de Pacheco, Francisco de
Medina, Baltasar de Alcázar, el humanista Juan Mal de Lara, y el dramaturgo Juan de la
Cueva. Se diferencia esta escuela poética de su coetánea, la de Salamanca, presidida por fray
Luis de León, por el predominio de las cualidades técnicas, por el tono más académico y
neoclásico, frente a la espiritualidad y la expresión menos retórica de los salmantinos.
Herrera, frío y perfecto, sin la gracia de Garcilaso ni la profundidad espiritual de fray Luis,
ni el sentimiento vivo aunque artificioso de la belleza, verdadera embriaguez de los sentidos,
de su continuador Góngora, se destaca, sin embargo, como el poeta más intenso en dos
cuerdas de tono aparentemente opuesto: la patriótica de sus odas y canciones, y la amorosa
de sus sonetos y
elegías. En la primera, de la que es modelo la canción "A la batalla de
Lepanto", la lengua clásica adquiere resonancia heroica, y un acento bíblico, en los que se
vierte el sentimiento patriótico reforzado por el religioso. En la segunda -la poesía amorosa-
Herrera es el imitador más directo en España de la lírica petrarquista y el poeta profano más
penetrado de neoplatonismo. Toda la poesía erótica de Herrera se inspira en su amor
platónico por la condesa de Gelves, doña Leonor de Milán, musa que ocupa en su obra papel
análogo al de Laura en la de Petrarca.
El gusto académico del siglo XIX prefirió la voz tonante, la sonoridad retórica del poeta
patriótico. La crítica actual, más atenta a buscar en la poesía los valores líricos, prefiere al
Herrera de las elegías y sonetos, apasionado -en su aparente frialdad- por la belleza y el
amor ideal; capaz en algunos momentos no sólo de construir versos perfectos, sino también
de sentir y expresar una rica gama de emociones, desde la gloria del amor logrado hasta la
honda melancolía del desengaño.