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LITERATURA ESPAÑOLA - Siglo XVI:  Didáctica, humanismo, erasmismo y mística
LOS MISTICOS
CLASIFICACION Y CARACTERES DE LA LITERATURA MISTICA. - Según Menéndez
Pelayo, se escribieron en España durante el Siglo de Oro más de tres mil libros
de tema
religioso. Todos ellos se inspiran sin duda en el espíritu que ya hemos señalado. Sin embargo,
sólo una pequeña parte reúne los caracteres específicos del misticismo, y tal vez no pasen de
una centena los de valor literario indiscutible. Hay libros de todas clases: comentarios
bíblicos, vidas de santos, obras de controversia teológica, manuales de confesión, etc. Dentro
de lo propiamente literario y de lo que puede aceptarse como obra mística, hay que
diferenciar dos grandes grupos: las obras de ascética cristiana, entendiendo por ascética la
descripción de las prácticas morales o ejercicios que preparan el alma para la perfección, y
las puramente místicas. La ascética es una parte de la mística, un paso necesario de
preparación del alma para la comunión con Dios. Místico, en el sentido riguroso de la
palabra, es sólo aquel que sin otra ayuda que su voluntad y su amor llega al éxtasis y a la
unión con Dios, es decir, que llega al conocimiento directo de Dios por vía sobrenatural y no
racional.
El escritor ascético escribe guías de conducta, tratados de moral y consejos para despojar el
alma de sus ataderos terrenales. El místico describe psicológicamente sus propias
experiencias del éxtasis o comunica por vía poética la presencia de Dios, su unión con el
Amado, con el Esposo.
La mística castellana, en cuanto describe estados y experiencias del alma, coincide en su
contenido con la de todos los otros países y tiempos; es una manifestación más del
misticismo universal, según está definido ya en Platón, en Plotino y en los primeros místicos
cristianos. Los estados por los que el místico pasa, son: 1. Deseo de Dios y despertar del alma
cuando presiente a Dios. Conversión. 2. Purificación o vía purgativa. Penitencia, disciplina,
alejamiento de las cosas de los sentidos para alcanzar el estado de gracia. 3. Vía iluminativa,
contemplación, meditación, concentración del alma -voluntad, intelecto y sentimiento- en
Dios. 4. Noche oscura del alma, y 5. Vía unitiva matrimonio, unión espiritual con Dios.
La descripción y doctrina de estos estados espirituales forman en los místicos españoles
como en todos los demás la materia de sus obras. La nota diferencial de los castellanos -
Santa Teresa o San Juan de la Cruz, por ejemplo-es, como ya hemos apuntado, la de
combinar la vida pura del espíritu místico con un activismo, un realismo y un sentimiento
directo de la vida que suelen considerarse incompatibles con el estado contemplativo y el
aniquilamiento de las facultades humanas que la perfección mística requiere.
El punto culminante de la literatura religiosa española no se alcanza hasta la segunda mitad
del siglo, aunque haya antes escritores y maestros de importancia como Francisco de Osuna,
Bernardino de Laredo, Alejo Venegas del Busto, San Pedro de Alcántara y Juan de Avila.
En cuanto a las escuelas y tendencias en que cabe agrupar toda esta literatura, muy variada
dentro de su unidad de espíritu, Menéndez Pelayo la clasificó en cinco grupos
correspondientes a las órdenes religiosas de mayor influencia: "ascéticos dominicos, cuyo
prototipo es fray Luis de Granada; ascéticos y místicos franciscanos, serie muy numerosa en
la cual descuellan... San Pedro de Alcántara, fray Juan de los Angeles, fray Diego de Estella;
místicos carmelitas... San Juan de la Cruz, Santa Teresa, fray Jerónimo Gracián, fray Miguel
de la Fuente, etc.; ascéticos y místicos agustinos... -, fray Luis de León, Malón de Chaide, el
Venerable Orozco, etc; ascéticos y místicos jesuitas..., San Ignacio de Loyola, San Francisco
de Borja, Luis de la Puente, Nieremberg, etc." Hay que añadir al menos dos figuras de
místicos heterodoxos: Juan de Valdés, de quien ya hablamos, y más tarde, en el siglo XVII,
Miguel de Molinos, el creador del quietismo.
Entre todos se destacan, por su importancia literaria, cuatro grandes escritores. Cada uno de
ellos, con una personalidad artística marcada, es cumbre de la tendencia particular de su
grupo o escuela, y dechado, en su estilo, de la armonía espiritual y artística que el misticismo
significa: fray Luis de Granada, de la armonía moral y estética; Santa Teresa, de la humana y
vital; fray Luis de León, de la intelectual, y San Juan de la Cruz, de la poética.