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LITERATURA ESPAÑOLA - El siglo XV. Fin de la Edad Media. Prerrenacimiento
LA POESIA
LAS "COPLAS" DE JORGE MANRIQUE. - (1440?-1479). - fue Manrique, como tantos poetas
cortesanos de su siglo, noble de nacimiento y guerrero de profesión. Murió joven, en el
campo de batalla, luchando bajo la bandera de los Reyes Católicos. Las varias composiciones
amorosas, devotas o satíricas que forman su Cancionero apenas si se distinguen de las de
cualquier otro poeta de la época. Su fama, la debe a un momento de inspiración. Cuando
muere su padre, el maestre don Rodrigo Manrique, compone sus Coplas. Pocas veces la
devoción filial, enaltecida por la fe religiosa y por la emoción del tiempo y de la muerte, se
ha expresado con un acento tan sentido, majestuoso y perdurable, ni con sencillez tan grande.
Como ocurre con casi todos los aciertos definitivos en el arte, las Coplas de Jorge Manrique
son expresión acabada de la sensibilidad de su tiempo y de la particular concepción de la
vida que distingue a su pueblo. Nada tienen aparentemente de original ni en la forma ni en
los temas. La forma -coplas de pie quebrado- es una de las más usadas en la poesía del siglo
XV. Los temas centrales son también comunes a casi toda la poesía de fines de la Edad
Media. La añoranza del tiempo pasado, la fugacidad de los placeres, el do fueron las glorias
de antaño, se encuentran en infinitos poetas. "Il trionfo delle morte" de Petrarca y la "Ballade
des dames du temps jadis" de Franlois Villon son sólo dos ejemplos eminentes entre otros
muchos. En la literatura española, las lamentaciones de Jorge Manrique en forma de
interrogaciones retóricas -"¿Qué se fizo el rey don Juan?" etc.- se encuentran en López de
Ayala, en Sánchez Talavera, en el marqués de Santillana, en Gómez Manrique y en otros. En
el espíritu, Jorge Manrique tampoco inventa casi nada. La resignación ante la muerte; la
aceptación de la realidad; la preferencia de la vida eterna sobre la temporal o la de la gloria;
el considerar esta vida como lucha en la defensa de la religión y camino hacia otra existencia
más alta, que ganamos por nuestros méritos; el llegar, en fin, sereno a la muerte y recibirla
como liberación de nuestros trabajos en espera del premio eterno- que constituyen las ideas
principales de las Coplas- son al mismo tiempo cifra del profundo sentimiento ético, católico
y estoico de los españoles y, en la mayoría de los casos, lugares comunes de la literatura
moral.
Pero Jorge Manrique tiene una originalidad más alta: la de la justeza en el sentimiento y la
expresión. Desde que leemos sus primeros versos:
Recuerde el alma dormida, 
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se pasa la vida, 
cómo se viene la muerte 
tan callando
percibimos un tono no oído antes, y sentimos que el poeta ha sido tocado por la gracia
indefinible de la poesía. Tono solemne, justo, y gracia -don poético- se mantienen con
apropiados matices hasta el fin, sin caer un solo momento en lo falso, en el exceso. Vemos
que el poeta va guiado por un estricto sentido de selección que le salva de las ingeniosidades,
artificios, superficialidades y adornos de casi toda la poesía de su época. Su lenguaje es
elevado y al mismo tiempo sencillo. Su sentimiento, austero. De ahí, la serenidad, la belleza
y la limpia emoción de estos versos, que no envejecen nunca.
Hay, como en toda obra perfecta, algo más: un sabio equilibrio en la construcción, que va, de
las consideraciones abstractas con que se inician las Coplas -a través de la evocación del
tiempo inmediato y de la descripción del padre-, hasta la presencia real de la muerte en la
villa de Ocaña, ante el lecho mortuorio del caballero. Y hay, más que nada, un ritmo
adecuado a la idea y al sentimiento. Las Coplas dejan la impresión de un lamento melódico o
una sonata elegíaca, cuyos temas entrelazados serían la meditación general sobre la vida, la
muerte y la fugacidad del placer (coplas una a trece); evocación del pasado inmediato
(catorce a veinticinco); retrato moral del protagonista (veinticinco y siguientes); aparición de
la muerte, diálogo con don Rodrigo, para terminar con un final lento: la oración del maestre
y los acordes serenos de la última estrofa:
Así con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer,
de sus hijos y hermanos
y criados,
dió el alma a quien se la dió, 
el cual la ponga en el cielo
en su gloria,
y aunque en la vida murió, 
nos dejó harto consuelo
su memoria.
Extremando la analogía musical, las Coplas nos hacen pensar, por la serenidad religiosa que
las inspira, en algunos corales de Bach.
Terminaremos el análisis de las Coplas llamando la atención sobre un rasgo muy
significativo. Nos referimos a la ausencia del elemento sensual, tan común en la poesía
pesimista coetánea de Villon y otros poetas franceses. Cuando Villon lamenta la
desaparición de las damas de antaño o trata de la muerte sentimos en ella ante todo el
aniquilamiento de la belleza física, el dolor de la carne por el acabamiento del placer. En
Manrique, la desaparición de las galas, de las fiestas antiguas, sólo nos conmueve como una
simple imagen de la fugacidad del tiempo. Sentimos ante todo el dolor del espíritu, añorante
de permanencia ante lo fugitivo.