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LITERATURA ESPAÑOLA - Alfonso el Sabio y la literatura del siglo XIV
EL INFANTE DON JUAN MANUEL Y EL
DESARROLLO DE LA PROSA
EN EL SIGLO
XIV
DON JUAN MANUEL (1282-1349). - Sobre el fondo general de la época, reuniendo en su
obra de prosista las diversas corrientes que hemos señalado, se alza la figura de este infante
de Castilla. Era sobrino de Alfonso X y ocupó altos cargos de gobierno, como la tutoría del
rey Alfonso XI. Después de intervenir activamente en las guerras contra los moros y en las
luchas feudales, pasó su madurez entregado al estudio en el castillo de Peñafiel. Hombre de
sangre real, guerrero, político y escritor, don Juan Manuel es símbolo acabado de una nueva
clase señorial que va a dominar la vida castellana hasta que los Reyes Católicos, afirmando
su autoridad, limiten el poder de la nobleza.
Un triple ideal, caballeresco, religioso y literario rige la vida de don Juan Manuel, como la de
otros grandes señores.
En todas sus obras, unas más, otras menos, se percibe como motivo importante la
preocupación caballeresca. El libro de la caza se ocupa de un deporte de caballeros; el
Tratado de las armas es una genealogía familiar; y las Reglas cómo se debe trovar -libro
perdido con otros varios enumerados en el prólogo del Conde Lucanor- es el tratado
castellano más antiguo de versificación, pasatiempo también de señores. Más visible aun que
en estas creaciones secundarias del ingenio de don Juan Manuel, es el ideal caballeresco en el
Libro del caballero y el escudero y el Libro de los Estados, las dos obras que juntamente con
El conde Lucanor sustentan su fama. En ambas la religión combinada con la caballeria sirve
de base a un pensamiento en el que parece quererse dibujar ya la imagen del perfecto
caballero cristiano, que algunos ensayistas modernos han señalado como el supremo ideal
del espíritu español.
En la primera, escrita en forma de diálogo o "fabliella", un joven es aleccionado por un viejo
caballero sobre "qué cosa es la caballería". Muy influida por el Llibre del ordre de cavallería,
del escritor mallorquín Raimundo Lulio, es además una especie de tratado enciclopédico,
dentro de la concepción del didactismo medieval, en donde el maestro, que ha abandonado
la vida caballeresca por la de ermitaño, informa a su joven oyente acerca del fin para qué
Dios creó paraíso, infierno, _ángeles, planetas, árboles, piedras, metales, etc., es decir, del
orden de la creación natural, y le explica después la finalidad de la vida humana.
De mayor amplitud son la visión social y los problemas morales que se presentan en el Libro
de los Estados, cuyo tema es la descripción de los estados religiosos -"de clerecía"- y laicos
que forman la jerarquía medieval. Don Juan Manuel cree que los primeros son aquellos en
los que puede ganar el hombre más fácilmente la salvación, aunque los de los legos -
defensores, oradores y labradores- sean igualmente útiles para la sociedad. En su aspecto
doctrinal la obra es una especie de tratado político y religioso, que debe mucho a las Partidas.
Podemos estudiar en ella las ideas de la Edad Media acerca de problemas como la guerra, las
relaciones entre lo temporal y lo espiritual -papado e imperio- o la fundación de cada una de
las clases sociales.
Por el modo de tratar el tema religioso en relación con las diferentes clases sociales, desde el
papa al labrador, así como por la importancia del problema de la muerte en el destino
humano, esta obra de don Juan Manuel es la primera muestra en la prosa castellana de una
preocupación que va a agitar a la mentalidad medieval ya en vías de disolución, en la
víspera de lo que Huizinga ha llamado su otoño. Desde las "danzas de la muerte" hasta la
poesía inspirada en el rápido tránsito de las glorias humanas, que en España encontrará su
expresión más alta en las Coplas, de Jorge Manrique, las interrogaciones sobre el sentido de
la vida van a abundar en la literatura posterior, sobre todo en el siglo XV.
Los dos libros estudiados tienen para nosotros interés como reflejo de la mentalidad
medieval.
El valor literario de don Juan Manuel como el mejor prosista español de su época se funda
en otra de sus obras, de la que debemos ocuparnos por separado.