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LITERATURA ESPAÑOLA - Siglos XII y XIII: de la época primitiva hasta Alfonso el Sabio
EL "CANTAR DE MIO CID" Y LA EPOPEYA CASTELLANA
COMPOSICION Y ASUNTO. - El anónimo autor da muestras de poseer indudables dotes
literarias. La composición es modelo de sencillez no sólo en la forma directa como van
sucediéndose los episodios dentro de cada parte, sino en la gradación dramática del tema
central en los tres cantares de que el poema se compone.
En el cantar primero, "El destierro", se nos presenta el Cid en el duro trance de abandonar a
Castilla por orden del rey Alfonso que incitado por las calumnias de los enemigos de
Rodrigo Díaz ha desterrado al héroe. El Cid reúne a sus vasallos y parientes, quienes sin
excepción optan por acompañarlo en su destierro. A su paso por Burgos nadie osa darle asilo,
temerosos de la saña del rey. Y el juglar hace sentir la solidaridad del pueblo con el héroe en
el gran "duelo que avien las gentes cristianas", en la exclamación que se oye en todas las
bocas "Dios qué buen vasallo si oviesse buen señore!", o en las ingenuas palabras de la niña
que con él dialoga desde una ventana:
"Non vos osariemos abrir nin coger por nada; 
si non, perdieremos los ayeres e las casas
. . . . . 
Cid, en el nuestro mal vos non ganades nada; 
mas el Criador vos vala con todas sus virtudes santas."
Tras proveerse de dineros, se dirige el Cid a Cardeña a despedirse de su mujer, doña Jimena,
y sus dos hijas, que quedarán allí bajo la protección del abad del monasterio. Todos se
lamentan de la injusticia que el Cid sufre a causa de las malas artes de sus enemigos, "de los
malos mestureros". La escena de la despedida es solemne y conmovedora en su sencillez.
Doña Jimena le besa la mano con respeto. El Cid no se cansa de mirar a su mujer y a sus hijas.
Al fin, llega el momento de la separación, cuyo dolor el primitivo poeta, con la
espontaneidad, rudeza y sencillez que caracterizan todo el poema, nos hace sentir en versos
de severa emoción:
"agora nos partimos, Dios sabe el ajuntar. 
Llorando de los ojos, que non vidiestes atal, 
assis parten unos d'otros commo la uña de la carne."
Ya está Rodrigo Díaz en campaña. Su misión es cabalgar, ganar el pan para él y para sus
fieles seguidores ejerciendo su oficio guerrero. Conquista en batalla los lugares de Castejón y
Alcocer. Convive con los moros, que muchas veces ven en él más que un enemigo, un
protector. Así, al salir el Cid de Alcocer "moros e moras compezaron a llorar." Termina el
cantar primero con la derrota y prisión del conde de Barcelona, a quien el Cid da la libertad
después de humillar su vanidosa soberbia.
El poeta ha logrado, sin desviarse de la narración escueta de los hechos, dar la impresión
viva de la figura del Cid. Conocemos sus sentimientos más arraigados, como padre, como
amigo y caudillo de sus vasallos, a quienes trata con llaneza y amor. Su fe religiosa y su
conformidad ante la desgracia, su lealtad al rey, a quien siempre manda el quinto del botín
recogido, su añoranza de desterrado hacia Castilla la gentil, su firmeza ante el engreimiento
de los nobles. No sólo el Cid, otros muchos personajes secundarios han quedado
individualizados en sus rasgos personales por el poeta: Martín Antolínez, astuto y valiente,
Minaya Alvar Fáñez, el hombre seguro a quien el Cid confía las embajadas y empresas más
importantes, Pero Bermúdez, etc.