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LITERATURA ESPAÑOLA - Siglo XVII: el Barroco y la decadencia
LA NOVELA PICARESCA, LA NOVELA CORTA Y EL COSTUMBRISMO
EL "GUZMAN DE ALFARACHE". - Quizá por el mismo tiempo que Cervantes madura en
su mente la historia de Don Quijote, y es posible que en la misma cárcel sevillana, Mateo
Alemán escribe la Primera parte de la vida de Guzmán de Alfarache, publicada en Madrid
en 1599, y cuya segunda parte aparece cinco años más tarde (Lisboa, 1604) con el subtítulo
significativo de Atalaya de la vida humana.
Si comparamos La vida de Guzmán de Alfarache con el Lazarillo de Tormes, germen del
género picaresco, vemos que Alemán, además de dar una estructura más compleja a la
novela, le infunde nueva esencia. De la técnica del Lazarillo toma la forma autobiográfica de
la narración, la sucesión de ambientes y la pintura de cuadros de hambre y sordidez moral.
Pero la novela de Alemán es mucho más extensa. El protagonista no se limita a servir a
varios amos; no es ya un simple muchacho que se contenta con sacar de comer; es un
aventurero que ejerce muchos oficios y pasa por estados diferentes. Es mozo de venta,
esportillero y estafador en Madrid, ladrón en todas partes; en Toledo vive a lo grande; va de
soldado a Italia; en Roma es sucesivamente mendigo, paje de un cardenal y criado de un
embajador; sirve de tercero a sus amos y tiene él mismo galanteos y aventuras amorosas,
hasta que termina en galeras. El protagonista y con el protagonista la novela, han adquirido
una movilidad de la que carece el Lazarillo. No sólo nos pinta Alemán la vida en varias
ciudades de España y de Italia, y entran en el ambiente caminos, ventas y lugares diversos,
sino que el cuadro abarca a casi todas las clases sociales. La novela se convierte realmente en
atalaya de la vida humana. Entrelazados en el cuerpo de la obra, con la narración de las
andanzas del pícaro aparecen dos elementos nuevos, la digresión moral y una materia
literaria miscelánea. Se relatan novelas de diferente tipo, la morisca de Ozmín y Daraja o la
de tipo italiano Dorido y Clarinia. Se introducen fábulas, alegorías y papeles satíricos como
las "Ordenanzas de los Pobres de Roma" o el "Arancel de los necios", tan abundantes en la
literatura del siglo XVII. Se trata realmente de una nueva técnica novelesca cuyo carácter
esencial consiste en la acumulación de temas y formas literarias dentro de la unidad que da
la narración de la vida del protagonista, regida por el sino de la aventura. El marco físico,
geográfico de la aventura, es doble: la ciudad y el camino. La novela se convierte en viaje. Un
viaje que es al mismo tiempo viaje a través de diversos medios sociales y viaje a través de la
vida. Es en rigor la estructura que van a seguir todos los novelistas posteriores, desde el
mismo Cervantes -el Quijote se publica pocos años después- hasta Gracián en El criticón.
Alemán, al mismo tiempo que amplía enormemente la visión limitada de la sociedad que da
el Lazarillo, intensifica el elemento picaresco. Usa por primera vez la palabra "pícaro", con la
que además fue conocida generalmente la obra durante el siglo XVII (el Pícaro, de Alemán).
Al nacer la palabra, nace el tipo. Guzmán es el dechado de lo picaresco tanto por su vida
como por su psicología. Todo lo ve con rencor y amargura. Es incapaz de entender ningún
valor ideal. En él no se concibe el arranque caritativo de Lázaro al compartir con su amo, el
hidalgo, el pan y la uña de vaca que recibió de limosna.
La visión es siempre cruel. No respeta nada, ni la paternidad ni el amor. A esta negación de
valores en el hombre va unida la complacencia en la pintura más descaradamente naturalista
de lo repugnante, que aparece ya en los primeros capítulos con los huevos podridos y el
jumento muerto que sirven a los huéspedes de las ventas.
Elemento esencial de la obra, no digresivo, es la moralización. Guzmán es un pícaro que
reflexiona y saca su lección de moral de cada una de sus experiencias. Las reflexiones van
encaminadas a negar estoicamente los valores de la vida. Ni la honra, ni el amor, ni la gloria
sirven para nada. Todo es vanidad y lucha. "El mundo no tiene medio ni remedio. Así lo
hallamos, así lo dejamos. No se espere mejor tiempo ni se piense que lo fue el pasado (la
Edad de Oro es una ilusión más). Todo ha sido, es y será mera cosa. El primer padre fue
alevoso; la primera madre mentirosa; el primer hijo ladrón y fratricida".
Es el Guzmán en el fondo un libro ascético, empapado de amargura y desengaño. A ello se
une la crítica directa de las condiciones sociales de España, la conciencia del desprestigio de
lo español. El capitán se lamenta de ello en la conversación con Guzmán cuando éste se va a
ir de soldado a Italia: "Ya estamos muy abatidos porque los que nos han de honrar nos
desfavorecen. El solo nombre de español, que otro tiempo peleaba y con la reputación
temblaba todo el mundo, ya por nuestros pecados la tenemos casi perdida".
Carece el Guzmán, como obra de arte, de la gracia, el aire alegre, divertido, de sutil ironía,
que mitiga en el Lazarillo la franca visión que allí se da del egoísmo humano. En la novela de
Alemán, la amargura del cuadro se agrava con la pesada monotonía de sus muchas
digresiones. Se trata, sin embargo, de un libro importante como modelo acabado de un
género que va a gozar de boga extraordinaria en toda la literatura de la época y que por su
naturalismo, su crítica y su pesimismo influirá en casi toda la novela moderna.