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LITERATURA ESPAÑOLA - El Romanticismo (1808-1850)
LA PERSONALIDAD CONTRADICTORIA DE LARRA
En los comienzos del romanticismo español, junto a la figura de Rivas, debe situarse la de
MARIANO JOSE DE LARRA (1809-1837), aunque no quepa concebir dos personalidades
más opuestas. Podría decirse que Rivas es romántico en la forma y clásico en el espíritu;
Larra, clásico en la forma y en las ideas y romántico en el espíritu. Rivas en las ideas es
conservador tradicionalista, pese a la aparente significación antirreligiosa de la aparente
filosofía de Don Alvaro. Larra es un liberal, racionalista. Precisamente, en el contraste entre
su inteligencia crítica, entre su formación ideológica, basada en las ideas enciclopedistas del
siglo XVIII, y la inquietud amarga, pesimista, vital de su espíritu, de su carácter de hijo del
siglo, se encuentra la clave del drama de su vida. Amargura de un joven de veinte años que
escribe páginas de incisiva ironía, y que a los veintiocho se suicida no se sabe bien si por los
desdenes de una mujer, Dolores Armijo, o porque no puede ya soportar ni el drama íntimo
ni mucho menos el drama español, que él mejor que nadie entiende en su época. El fue quien
escribió poco antes de suicidarse en el artículo Día de difuntos de 1836: Fígaro en el
cementerio: "Aquí yace media España: murió de la otra media", y al final del mismo artículo:
"Quise refugiarme en mi propio corazón, lleno no ha mucho de vida, de ilusiones, de deseos.
¡Santo cielo! También otro cementerio. Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice?
Leamos. ¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero! "Aquí yace la esperanza".
Es común que en los casilleros convencionales de la crítica se dude del romanticismo de
Larra, sin más razón que el carácter satírico de su prosa, muy superior a sus obras poéticas.
Mas si dejamos de un lado la cuestión de forma pronto veremos que su fantasía humorística,
su concepto pesimista del mundo, su desgarrada visión de la sociedad española nacen del
conflicto entre sus ideales de perfección social o moral y la imperfección de la realidad o la
fuerza de sus propias pasiones. Larra siente este conflicto con aguda subjetividad. Es acaso el
único escritor de su generación que hace de él materia de su obra, iniciando en la literatura
española lo que "Azorín" llamó el "personalismo conmovedor y artístico". En este sentido
Larra no sólo es romántico sino que es el único romántico verdadero, de espíritu, que hubo
en su tiempo en España. Aun en el mismo Espronceda el gesto predomina sobre la
substancia. Larra con sinceridad lacerante confesó toda su desesperación en otro de sus
últimos artículos La Nochebuena de 1836: yo y mi criado, que juntamente con el antes citado,
es el más revelador de su intimidad. La voz del criado borracho es la voz de su conciencia.
"Tú lees día y noche -le dice- buscando la verdad en los libros... y sufres de no encontrarla ni
escrita... Tenme lástima, literato. Yo estoy ebrio de vino...; pero tú lo estás de deseos y de
impotencia". Puso, pues, en boca del criado toda la tragedia íntima de su ser.