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LITERATURA ESPAÑOLA - Posromanticismo y realismo (1850 - 1898)
Histórica, social y literariamente existe una diferencia muy clara entre las dos mitades del
siglo XIX. En toda Europa a partir de 1848 -año en el que concurren varios hechos
revolucionarios- se acelera el proceso de transformación social. En términos simples
podemos decir que comienza el período de consolidación de la sociedad burguesa,
capitalista, democrática y liberal coincidente con las primeras tentativas del proletariado por
formarse una conciencia de clase. Frente al liberalismo burgués, se alzan en movimientos
políticos definidos -anarquismo y socialismo- nuevas ideologías revolucionarias. Todos los
países reflejan el proceso. En Rusia, por ejemplo, incorporada no hacía mucho tiempo a las
corrientes de la cultura occidental, se sienten profundas conmociones espirituales de las que
nace su gran novela -Turgueniev, Dostoiewsky, Tolstoy- y el fermento revolucionario que
dura ininterrumpidamente hasta el triunfo del comunismo en 1917.
En el pensamiento, en el arte, en la sociedad, termina, o más bien se transforma el espíritu
romántico. Dominan dos escuelas filosóficas opuestas, el idealismo germánico de Hegel y el
positivismo. La ciencia impone su prestigio a todas las actividades intelectuales y hasta
artísticas. En literatura, es la época del realismo y el naturalismo que producen el
predominio de la novela sobre los otros géneros. Como reacción idealista y esteticista nacen
poco después el simbolismo en la poesía y en el teatro. Y en general un nuevo espiritualismo
que fructifica en las tendencias características de fin de siglo con las que entramos ya en la
literatura contemporánea.
España recibe un poco apagadamente los estímulos europeos, en tanto que el peso de su
tradición le impone un proceso propio. Es el proceso peculiar -siempre determinado por la
pugna entre lo viejo y lo nuevo- que se refleja en toda la novela realista, especialmente en la
de Galdós y que, en nuestra época, produce la angustia espiritual de hombres como
Unamuno.
Hacia 1850 la sociedad romántica se transforma y empieza a constituirse una sociedad
burguesa de escasa vitalidad, porque le falta la base económica del industrialismo. Es una
burguesía de burócratas, pequeños comerciantes o financieros enriquecidos por la
desamortización de los bienes de la Iglesia, decretada en 1836 por el ministro Mendizábal.
De ahí que la revolución española se traduzca más que en grandes movimientos sociales, en
una serie ininterrumpida de pronunciamientos militares, de constantes trastornos políticos,
que junto con la guerra civil entre carlistas y liberales, dan un aspecto caótico a la historia de
todos estos años, pero no alteran la estructura básica del país. Las fuerzas dominantes son el
ejército, la Iglesia y un conglomerado de clases conservadoras de carácter agrario. Durante el
largo reinado de Isabel II (1843-1868) los caudillos militares, Espartero, Narváez, O' Donnell,
Serrano y Prim, organizan constantes alzamientos sin otro propósito que el de apoderarse
del poder. En 1868, algunos generales apoyados por un grupo de intelectuales, inflamados
de idealismo, derrocan la monarquía. Parece que al fin va a nacer una España realmente
liberal y moderna. En 1874 otro alzamiento militar acaba con la primera Re. pública y
comienza el período de la Restauración, durante el cual, después de liquidada la segunda
guerra carlista (1872-1876), entra España en unos años de relativa tranquilidad.
A través del desorden político el país progresa lentamente y la Restauración coincide con un
renacimiento literario sobre todo en el campo de la novela, que es la forma artística más
importante en la segunda mitad del siglo. En la crítica aparece la poderosa personalidad de
Menéndez Pelayo. Una intensa preocupación ideológica, representada principalmente por el
krausismo, preparará el movimiento totalmente renovador de "la generación del 98".
Entre el Romanticismo, que aparece agotado como movimiento al empezar esta época, y la
plenitud del Realismo, hay una literatura posromántica, de transición, más perceptible en la
poesía y el drama, los géneros que habían alcanzado mayor desarrollo en los años
precedentes.
En las relaciones literarias con otros países, Francia sigue preponderando, pero hay que
señalar en este tiempo como fenómeno nuevo el comienzo de la influencia de algunas
literaturas extranjeras con las que la española no había tenido casi ningún contacto: la
alemana, a través de Heine en los poetas y la de Krause y Hegel en los pensadores; la del
noruego Ibsen en el teatro, y la de la novela rusa en Galdós y otros novelistas.