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LITERATURA ESPAÑOLA - Lope de Vega y la creación del teatro español
LA OBRA NO DRAMATICA DE LOPE: EL POETA Y EL NOVELISTA
CARACTER Y VALOR DE LA LIRICA EN
LOPE. - Con razón lamenta José Fernández
Montesinos, el mejor recopilador de la poesía de Lope, que su cuantiosa lírica haya sido
implícitamente incluida "en la condenación que pesa sobre su obra no dramática".
Deslumbrados por la abundancia, los críticos han olvidado que Lope, además de ser el más
grande de los dramaturgos españoles -Calderón le aventaja sólo en algunos aspectos-, es uno
de los mejores líricos de la poesía castellana. Con Góngora y Quevedo forma la gran trinidad
poética de su momento. Comparado con ellos, no tiene la magistral artificiosidad del autor
de las Soledades, ni la intensidad de pensamiento del de los Sonetos a la muerte.
Es, en cambio, muy superior a los dos, y a casi todos los poetas castellanos, en fluidez, gracia,
variedad de sentimiento, multiplicidad de formas, espontaneidad y perfección natural.
Lope no fue
poeta de una cuerda. Pulsó con idéntica y asombrosa facilidad toda la lira;
recogió todos los ecos. Por eso podemos estudiar en él, mejor que en ningún otro poeta de su
tiempo, los tres planos o corrientes de la poesía lírica del Siglo de Oro: la poesía culta, la
popular y la nueva forma artística creada a fines del siglo XVI, en gran medida por Lope,
fundiendo en un nuevo estilo artístico lo culto y lo popular.
Al plano culto, de origen clásico e italiano, pertenecen con los poemas narrativos antes
citados, las canciones, sonetos, églogas, odas y elegías inspiradas en temas bucólicos,
mitológicos, sentimentales, históricos, moriscos, caballerescos, religiosos, etc., que integran la
gran tradición renacentista. En este aspecto la poesía de Lope, respondiendo al espíritu de la
época, es claramente barroca: frondosidad de imágenes, virtuosismo descriptivo, tono
ingenioso, artificios de estilo. De acuerdo con el fenómeno de intensificación cultista,
amplifica retóricamente en una serie de metáforas y conceptos las imágenes o sentimientos
que le llegan de la poesía anterior. Un ejemplo, señalado por Francisco Cossío, ilustra bien
este aspecto. Véase cómo cinco versos de la égloga r de Garcilaso se convierten en casi tres
estrofas en la égloga I de Lope.
DICE GARCILASO:
1. Corrientes aguas, puras, cristalinas, 
árboles que os estáis mirando en ellas
2. Aves que aquí sembráis vuestras querellas
3. Hiedra que por los árboles caminas 
torciendo el paso por su verde seno
DICE LOPE:
Alamos blancos, que los altos brazos 
con las hojas de plata y verde puro
estáis en el espejo componiendo 
destas aguas, que envidian los abrazos 
de tantas vides, que en amor seguro 
por vuestras ramas vais entretejiendo. 
Aves, que vais el viento enamorando
con versos no entendidos de los hombres 
y entre sus alas esparcís las vuestras. 
Hiedras, que vais subiendo
por estas altas rocas,
y abrazadas hacéis para gozallas
las ramas, brazos, y las hojas, bocas.
No hay, pues, duda que Lope es poeta culto, aunque rechace teóricamente y no practique el
cultismo pleno de Góngora y su escuela. En él el artificio se alía las más de las veces con una
inspiración que arranca de la realidad objetiva o de su intimidad vital. Su actitud estética es
en el fondo opuesta a la de Góngora. Para éste la realidad es trampolín desde el que se lanza
al mundo de la metáfora pura. En la poesía de Lope la realidad nunca pierde enteramente su
contorno.
En el otro plano, el de la poesía popular, Lope no tiene rival. Se repite en él, con mayor
refinamiento artístico al par que con sabor folklórico más auténtico, el fenómeno de
identificación con la tradición lírica del pueblo que a principios
del siglo XVI veíamos en
Encina y Gil Vicente. El romance y todos los tipos del cantar popular -villancicos, canciones
de camino, de siega, de vela, de boda, seguidillas, etc.- constituyen en la poesía y el teatro de
Lope un tesoro insuperable.
El tercer plano es el de la poesía que funde lo culto con lo popular. Está principalmente
representado por los romances artísticos o por las tiernas canciones religiosas de los Pastores
de Belén. La fusión no se limita al uso de formas tradicionales para cantar temas y
sentimientos cultos, sino que es constante en Lope. Ambos estilos, el culto y el popular, se
combinan con justo equilibrio. El resultado es que en la poesía de Lope, salvo cuando se trata
de puros ejercicios retóricos, lo culto renacentista pierde el carácter de frío academicismo que
tiene en la mayoría de sus contemporáneos, aligerándose con la gracia nacida de la
inspiración popular; en tanto que lo popular se refina sin perder su sabor con las calidades
estilísticas de un sabio artificio.