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LITERATURA ESPAÑOLA - La literatura contemporánea (1898-1939)
JOSE ORTEGA Y GASSET Y EL NOVECENTISMO 
LA PROSA CREATIVA Y EL ENSAYO. - La literatura toda adquiere en este momento del
novecientos un nivel medio muy elevado aunque no haya en él personalidades tan fuertes y
acusadas como las del 98. Continúa ahora y aún se acrecienta, en la prosa sobre todo, la
confusión de géneros: la novela se hace todavía más intelectual, se confunde todavía más con
el ensayo o con la lírica, y en general tiende a fraccionarse.
En este género de prosa híbrida entre novela, ensayo y poesía sobresalen tres grandes
escritores, muy distintos en personalidad y temperamento: RAMON PEREZ DE AYALA (n.
1880); GABRIEL MIRO (1879-1930) y RAMON GOMEZ DE LA SERNA (n. 1891).
Pérez de Ayala, que da acaso entre todos los escritores de este tiempo la nota de
intelectualismo puro, es poeta, ensayista y el último sin duda de los grandes novelistas
españoles. La pata de la raposa, Troteras y danzaderas, Belarmino y Apolonio o Tigre Juan,
que se destacan sobre otra media docena de novelas, cierran el ciclo iniciado por los
escritores del realismo y continuado en la generación anterior por Baroja. En ellas Ayala,
hombre de vastísima cultura, igual que en sus ensayos de política y Toros o en algunos de
Las máscaras, escribe sobre la vida y las ideas con ironía acerada y a ratos cruel, sagacidad
psicológica, ojo extraordinario para pintar satirizándolas algunas costumbres y un estilo
insuperable en riqueza y sabio retorcimiento.
Miró cultivó la novela, el cuento y el libro de impresiones y recuerdos, pero
más que
narrador o un pintor de costumbres y seres humanos es un sensitivo, artista extraordinario y
único de la sensación transfundida en espíritu y poesía por la gracia de un estilo de suma
delicadeza y minuciosa perfección. En sus libros -entre los que citaremos Del vivir, Las
cerezas del cementerio, El obispo leproso, El humo dormido, El libro de Sigüenza y Años y
leguas- culmina y se depura la tendencia poética e impresionista iniciada por el modernismo.
En Ramón Gómez de la Serna desembocan todas las corrientes que parten del 98 y del
modernismo y en su obra se quiebran y atomizan. Con él entra la literatura española en el
período de los "ismos" desintegradores que caracterizan a todo el arte europeo entre las dos
grandes guerras. Escritor de intensa originalidad y temperamento barroco y españolísimo,
inventó una forma nueva, la "greguería", para dar la sensación de un mundo roto.
La "greguería" intenta captar lo que gritan los seres confusamente desde su inconsciencia, lo
que gritan las cosas. Seres y cosas se confunden, pues, en el arte de Gómez de la Serna, sin
línea divisoria: lo humano se convierte en mecanismo y lo inerte se nos muestra con los
atributos de lo viviente. La literatura pasa a ser el arte de recoger impresiones, sensaciones,
gestos y retazos de ideas, no de manera directa o lógica, sino por medio de una agrupación
arbitraria de metáforas y asociaciones insospechadas. Enhebrando greguerías, Gómez de la
Serna ha escrito más de un centenar de libros -novela, ensayo, teatro, biografía, conferencias,
crítica, etc.-. Todos idénticos y todos originales. Hay algo de monstruoso en la capacidad de
Gómez de la Serna para convertir todo en literatura, en greguería. Pero su obra no es tan
arbitraria, como esta rápida caracterización parece indicar, porque está sostenida siempre
por un profundo humor muy contemporáneo, pero de largas raíces españolas.
Un grupo brillante de ensayistas, entre los que descuellan junto a Ortega y Pérez de Ayala,
EUGENIO D'ORS, Xenius,
SALVADOR DE MADARIAGA y otros mantienen la
preponderancia del género y contribuyen sea a iluminar los problemas españoles, siguiendo
las indagaciones que inician escritores como Unamuno, Ganivet, sea a enriquecer el
pensamiento sobre temas de cultura general. A los ensayistas de carácter estrictamente
literario se unen otros que proceden de disciplinas especiales, como AMERICO CASTRO y
FEDERICO DE ONIS, de la investigación filológica e histórica: FERNANDO DE LOS RIOS,
del campo de las ciencias jurídicas; y GREGORIO MARAÑON, de las ciencias médicas.
Entre los escritores más jóvenes -los que empiezan a escribir alrededor o después de 1920
como producto de los llamados movimientos de vanguardia- sobresalen en el ensayo JOSE
BERGAMIN y ERNESTO GIMENEZ CABALLERO; en la novela BENJAMIN JARNES, y
RAMON J. SENDER; y en la prosa varia, con predominio de la crítica, ANTONIO ESPINA,
MELCHOR FERNANDEZ ALMAGRO, ANTONIO MARICHALAR y GUILLERMO DE
TORRE, profeta este último de los nuevos credos estéticos e historiador, al mismo tiempo,
del ultraísmo en su libro Literaturas europeas de vanguardia.
Formado en el Centro de Estudios Históricos, un grupo de investigadores y críticos, en
relación cada vez más estrecha con la literatura creativa, continúa la tradición de Menéndez
Pidal. A sus discípulos inmediatos -CASTRO, ONIS, TOMAS NAVARRO TOMAS y
ANTONIO SOLA-LINDE- se unen otros más jóvenes; entre ellos los de relieve más
destacado son DAMASO ALONSO, JOSE FERNANDEZ MONTESINOS, AMADO
ALONSO y ANGEL VALBUENA PRAT.