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LITERATURA ESPAÑOLA - La literatura contemporánea (1898-1939)
LOS INICIADORES: GANIVET Y UNAMUNO
LA PERSONALIDAD Y LA OBRA DE UNAMUNO. - Escritor de temperamento muy
distinto del de Ganivet, fue MIGUEL DE UNAMUNO (1864-1936), verdadero guía y maestro
de la nueva generación.
Todo intento de definir a Unamuno es enteramente inútil, porque su obra, su vida y su
personalidad, que en él se confunden, tienen como raíz y como motivo una contradicción
dinámica, cuyo sentido formuló él mejor que nadie al hacer una a modo de profesión de fe
en el ensayo titulado Mi religión. "Mi religión -dice- es buscar la verdad en la vida y la vida
en la verdad, aun a sabiendas de que no he de encontrarlas mientras viva; mi religión es
luchar incesantemente e incansablemente con el misterio; mi religión es luchar con Dios...
Rechazo el eterno ignorabimus. Y en todo caso quiero trepar a lo inaccesible".
A diferencia de Ganivet, que no dejó sino las primicias de su talento, Unamuno estaba
llamado a ser el escritor más influyente de su tiempo y a dejar una obra enorme como
ensayista, poeta, novelista, crítico, dramaturgo, cuentista, periodista y filósofo de tal riqueza
y complejidad que serán aún necesarios muchos años de crítica y análisis para que pueda ser
interpretada y juzgada en sus múltiples valores.
No se limitó la influencia de Unamuno a los campos de la literatura y el pensamiento, sino
que trascendió a otras muchas esferas de la vida española, especialmente a la política y a la
universitaria.
Vasco, de Bilbao, conservó durante sus setenta años el temple duro y combativo de su raza.
Vivió toda su vida adulta en Salamanca, de cuya Universidad fue profesor de griego e
historia de la lengua, y rector por algún tiempo. En Salamanca se compenetró con el paisaje
de Castilla, que ningún otro escritor de una generación de castellanistas, como no sea
Antonio Machado, ha cantado como él.
Fue
además el gran intérprete del significado
histórico de Castilla en la formación de la nacionalidad española, y entendió como nadie el
fervor del alma castellana, cuyas virtudes ensalzó con apasionado elogio y cuyos defectos
criticó con tremenda y dura exactitud. Se diferencia Unamuno del resto de los escritores
españoles contemporáneos en muchos aspectos. Los supera a todos en la vastedad de su
cultura, antigua y moderna, filológica, literaria y filosófica. Fue el único que mantuvo una
actitud constante de combatiente en contra de todos los regímenes políticos de España -
Monarquía, Dictadura y República-.
Fue
orador y poeta civil a la manera de algunos
escritores del siglo XIX -Hugo, Carducci- que él admiraba y a los que por una de las facetas
de su personalidad multiforme se parecía. En una generación de abúlicos, el activismo en
todo fue su razón de ser. A diferencia del resto, que vivían en Madrid y conservaron en gran
parte los hábitos de bohemia literaria, adquiridos en su juventud, Unamuno fue hombre de
hogar, con una familia numerosa y prefirió vivir toda su vida en la provincia fustigando
desde su rincón salmantino la falsedad de la vida oficial y literaria de la llamada Villa y
Corte.
Su lucha "contra esto y aquello", título significativo de uno de sus libros, le llevó a veces a
errores graves. Su mismo afán de polemista le hacía incurrir muy frecuentemente en
contradicciones, que él explicaba e incluso defendía diciendo que "no iba para estatua". Su
anti-formalismo filosófico le llevaba a defender el cambio de opiniones y a oponerse a toda
rígida sistematización. Opuesto radicalmente a Ortega, a él lo que más le interesa es el
hombre vivo, concreto, de carne y hueso, y su íntimo drama a la busca apasionada de Dios y
de la verdad.
De su obra literaria, riquísima en su variedad, extensión y profundidad, sólo daremos aquí
las más sumarias indicaciones.
Cultivó todos los géneros sin excepción, pero, de acuerdo con un fenómeno literario
característico de nuestra época, esos géneros pierden en Unamuno, como en casi todos los
escritores contemporáneos, sus diferencias formales y todos pueden reducirse a los dos
dominantes, el ensayo y la poesía, y en todos la substancia es la misma: el pensamiento de
Unamuno según lo hemos definido al hacer el esbozo de su personalidad. En realidad, el
tema permanente y casi único de todas sus obras es Unamuno mismo y como él dice muchas
veces, su filosofía, su poesía, su novela y su teatro son siempre autobiografía espiritual y
autocrítica. Las ideas salen así siempre cargadas de emoción, y, viceversa, la emoción, el
hondo lirismo de su poesía, es resultado de su angustia intelectual religiosa.
El otro tema permanente de sus ensayos es España, el espíritu español en todas sus
dimensiones. En torno al casticismo, su primer libro, es una interpretación de la historia y la
literatura españolas, en la que trata de buscar, no lo accidental y local, sino lo eterno y
universal del espíritu español y expone las ideas matrices de casi toda la literatura
revisionista posterior. La vida de don Quijote y Sancho (1905), su obra quizá más bella, es
glosa y comentario personal a la novela de Cervantes o más bien interpretación de sus dos
personajes inmortales como símbolos del alma española, profesión de fe quijotesca y
llamamiento a resucitar los ideales del hidalgo manchego como camino de redención
espiritual y antídoto contra la civilización moderna racionalista y utilitaria. Del sentimiento
trágico de la vida en los hombres y en los pueblos (1912), su obra maestra y la más profunda
de todas, es la síntesis y el intento de exposición más sistemático -en escritor tan asistemático
como Unamuno- de su pensamiento, sobre el problema central de la incompatibilidad entre
razón y fe. Unamuno define, sobre todo en el capítulo final, "Don Quijote es la tragicomedia
europea contemporánea", la significación de la filosofía española, humana, popular y
católica, que, según él, no ha pretendido crear ideas sino seres humanos, almas. "¿Y qué ha
dejado Don Quijote?, diréis, y os diré que se ha dejado a sí mismo, y que un hombre, un
hombre vivo y eterno, vale por todas las teorías y por todas las filosofías. Otros pueblos nos
han dejado sobre todo instituciones, libros; nosotros hemos dejado almas. Santa Teresa vale
por cualquier instituto, por cualquier Crítica de la razón pura".
Los tres citados son los libros básicos de Unamuno, pero a ellos hay que añadir diez o doce
volúmenes de ensayos sueltos e innumerables artículos de periódicos en los que se
encuentran algunas páginas esenciales sobre la cultura hispánica en todos sus aspectos -él
fue, por ejemplo, uno de los grandes intérpretes de las literaturas regionales españolas y de
la cultura hispanoamericana-, sobre los paisajes y ciudades peninsulares (véase Por tierras
de Portugal y España; y Andanzas y visiones españolas), sobre problemas concretos de la
vida española en todos los órdenes, y, en general, sobre cuantos temas podían ofrecer la
historia, la filosofía y la vida a un escritor de su cultura, de su fecundidad y de su interés por
el hombre de carne y hueso.
Pertenece Unamuno a la estirpe de los grandes ensayistas universales y junto al ensayista y
no muy lejos de él debe figurar el poeta de Rosario de sonetos líricos, El Cristo de Velázquez
y Teresa. Se aparta su poesía de fórmulas y escuelas, y en ella quizá más que en el resto de su
obra, encontramos concentradas su actitud religiosa ante la vida, su filosofía de la angustia,
su emoción, española, universal y humana, fundidas con el sentimiento directo, concreto, de
las realidades cuotidianas: lo temporal y particular junto a lo universal y lo eterno, polos
constantes del alma unamunesca.
Sólo podemos ya aludir a otros aspectos de su obra, que no son inferiores ni distintos de sus
ensayos y de su poesía. Novelas como Paz en la guerra, Amor y pedagogía, Niebla, Abel
Sánchez, Tres novelas ejemplares y un prólogo (1920) o San Manuel Bueno, mártir y dramas
como Fedra, El otro y El hermano Juan. En ellas, sólo la forma cambia: las preocupaciones y
el estilo son los mismos. Tienen el sello inconfundible de la genialidad de Unamuno, poeta y
místico, pensador apasionado y quijotesco, meditador de la angustia e inquietador de la
conciencia de su pueblo, escritor de voz apocalíptica como Nietzsche y Whitman.