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LITERATURA ESPAÑOLA - A qué llamamos literatura española
ANTECEDENTES Y ORIGENES EN LA EDAD MEDIA
RESUMEN DE LA SITUACION CULTURAL Y
LITERARIA.
- La situación general que
hemos esbozado en las precedentes consideraciones se entenderá mejor si ordenamos a guisa
de resumen, en planos definidos, las manifestaciones de la cultura de la época.
En primer término se nos ofrecen dos
civilizaciones bien diferenciadas: una de tipo
occidental compuesta de elementos latino-germánicos, común a otros países europeos; otra
de tipo semítico oriental representada por las culturas árabe y judía.
Aquélla es reflejo de la cultura cristiana, tiene su centro fundamental en la Iglesia y los
monasterios. Usa la lengua latina, y sus primeras manifestaciones son obras religiosas, los
primeros Cronicones históricos o recopilaciones de lo que la cultura medieval ha salvado del
conocimiento de la antigüedad clásica. Más tarde, en lenguas romances inspira las primeras
obras en prosa o poemas eruditos y piadosos del Mester de Clerecía.
En el mundo de las culturas semíticas hay que situar la ciencia y la filosofía árabes, la
transmisión de toda la materia novelesca oriental: cuentos, ejemplos, etc. y las varias formas
de poesía lírica. En relación con lo árabe, pero con una tradición muy distinta se presenta lo
judío.
Entre estas civilizaciones nacen con un carácter propio las nuevas literaturas romanas.
Reciben desde el principio influencias procedentes de las dos formas más altas de vida
cultural que hemos señalado: lo católico-occidental y lo semítico-oriental; pero lo peculiar de
ellas es ser resultado de circunstancias locales y reflejar las condiciones un poco primitivas
en las que se están formando los pueblos peninsulares. Castilla, sobre todo, en ciertos rasgos
de su lengua, y en el espíritu espontáneo, dinámico, enérgico y austero que inspira su épica,
afirma, desde el principio, la fuerza de su acento. Lingüísticamente muestra el castellano su
originalidad en algunas innovaciones fonéticas que lo diferencian radicalmente de las otras
lenguas neolatinas y del resto de los romances o dialectos de la península ibérica.
Este carácter tiene, por ejemplo, el cambio de la f latina inicial en h (filius, hijo); la
diptongación de las tónicas e, ie, o, ue (bene, bien; porta, puerta), y ciertos sonidos palatales
como la ñ, la ll y la ch. En cuanto a la épica, no es fácil hallar nada parecido a la ruda
grandeza, de la venganza que aparece en algunas primitivas canciones de gesta -La condesa
traidora o Los infantes de Lara- ni el sentimiento popular, democrático e intensamente
humano del Cantar de Mío Cid.
Habría aún que añadir para completar el resumen la temprana influencia de otras literaturas
europeas nuevas, especialmente la provenzal y la francesa.
Todas estas formas literarias y de cultura se relacionan e influyen una en otra a través de
toda la Edad Media. La figura del Cid antes de ser elevada a la categoría de héroe épico por
un juglar castellano es tema de un poema latino y de los historiadores árabes; en las
recopilaciones de Alfonso el Sabio es difícil separar lo que procede de fuentes eclesiásticas y
antiguas de lo derivado de fuentes árabes. Lo mismo ocurre con don Juan Manuel. Desde
Pedro Alfonso, el autor de la Disciplina clericalis, hasta Fernando de Rojas, un número
copioso de judíos conversos alcanzan puesto preeminente en la literatura de la época.
El peso y la primacía en la influencia corresponde sin duda a las civilizaciones orientales.
Se trata, como ya hemos apuntado, de planos que se tocan; de corrientes que se comunican.
Pero también que se oponen y luchan. El dinamismo, el activismo y la alta tensión vital o
espiritual de muchos de los productos más típicos de la literatura española sólo pueden
explicarse por haberse producido en una cultura fronteriza de choque.