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LITERATURA ESPAÑOLA - Cervantes
EL "QUIJOTE"
GESTACION Y CARACTER GENERAL DE LA
OBRA. - El Quijote es ante todo un cuento
divertido, pero es también una genial epopeya cómica, que encierra, encubierta por la risa,
una visión total de los problemas espirituales del hombre junto con la síntesis simbólica de
las aspiraciones y fracasos del pueblo en cuyo seno fue concebido. Es decir, que tiene, como
se ha dicho muchas veces, un doble y hasta un múltiple sentido. Cosa que ocurre, en rigor,
con toda gran obra de arte, independientemente de que el autor se propusiera o no poner en
ella lo que sus intérpretes posteriores han visto. Ahora bien, la distancia entre lo que la obra
es y su significación o significaciones es en el Quijote mayor acaso que en ningún otro libro
del mundo.
En su forma manifiesta, lo que llega a todos los lectores, produciendo en ellos inacabable
regocijo, es simplemente la historia de un pobre hidalgo -ser común y corriente entre los
españoles contemporáneos de Cervantes-, que en el corazón de España, en una oscura aldea
de la Mancha, pierde el juicio de tanto leer libros de caballerías. La locura de este
desgraciado hidalgo, Alonso guija-no, consiste en creer que son verdad las disparatadas
invenciones de aquellos libros fantásticos. Sale al campo en un rocín flaco, con unas armas
inservibles, arrumbadas por sus bisabuelos en un rincón de la casa. En su locura imagina que
el mundo está poblado de endriagos, encantadores, gigantes y damas cuitadas; y que él está
llamado a resucitar la gloria de la inmortal caballería reparando injusticias, defendiendo a
los débiles y luchando por que en el mundo reinen el
heroísmo, la bondad, el amor y la
justicia. Lo que encuentra por los caminos de España, como encontraría por los de cualquier
parte del mundo, es la realidad de todos los días. Encuentra, en efecto, muchas injusticias
que reparar, pero también una humanidad burlona y egoísta poco dispuesta a hacerlo. Sus
nobles ideales sólo le acarrean descalabros. Mas él no desmaya: los sostendrá hasta el fin
después de incontables derrotas, con fe inquebrantable.
De aquí parte Cervantes sin más propósito, al parecer, que escribir una sátira contra los
libros de caballerías. El modo como esta limitada intención inicial va adquiriendo
trascendencia hasta convertirse en una de las sátiras más profundas y consoladoras de la
humanidad es uno de los ejemplos mayores del proceso misterioso que es la génesis
semiconsciente de una obra de arte.
Había sin duda en el punto de partida un designio enormemente audaz por su originalidad,
del que Cervantes quizá no se diese cuenta en un principio. La obra se concibe dentro de una
serie de contradicciones coordenadas: elegir un ser vulgar y corriente, un desocupado
hidalgo de pueblo, como encarnación de unos ideales personificados en toda la literatura
poética anterior en seres extraordinarios y casi sobrehumanos; contrastar lo que la
imaginación mítica había presentado hasta entonces como remoto y exótico, con la realidad
más inmediata, es decir, traer el mundo de la poesía al tiempo actual y a un escenario de
todos conocido; y finalmente, identificar el heroísmo, el más alto de los valores humanos,
con la locura, el más lastimoso de los estados.
Tan cargado de posibilidades estaba sin duda este audaz designio nacido en lo recóndito de
la mente de Cervantes como un producto de su experiencia que, a medida que escribe, va
agrandándose el tema. Lo que al principio se concibió probablemente como el relato de unas
cuantas aventuras triviales se convierte en uno de los más vastos cuadros de la vida española,
de la variedad de caracteres humanos y del contenido de la realidad que hayan sido trazados
jamás. El mundo de la ficción, que Cervantes conocía, va entrelazándose, a medida qué la
obra se desarrolla, con el de la realidad social de su tiempo, que había observado en sus
constantes peregrinaciones. Todavía en un plano espiritual más profundo ocurre un cambio
insospechado: los ideales del héroe grotesco van adentrándose en lo más íntimo del alma de
su creador.