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GEOGRAFIA ECONOMICA – Manufacturas e industrias livianas
ZONAS INDUSTRIALIZADAS DEL MUNDO
Así hemos de ver las zonas industrializadas del mundo, que son como pequeñas manchas sobre
la esfera planetaria, manchas que se extienden lentamente y que irradian poder de penetración y
de dominio hacia las inmensidades blancas o inéditas que aún se conservan en la tierra. Las
zonas fabriles son la Europa occidental, Norteamérica, focos aislados de la América latina, una
parte de la U. R. S. S., el centro-norte de la India, el centro-este de China, el Japón, el sur de
Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica. En cada una de ellas se encuentra un resumen de las
actividades humanas aplicadas a la transformación de materias primas en artículos de uso y
consumo, desde las harineras hasta las confecciones de ropas. Las industrias de la alimentación,
comprendiendo bebidas y tabacos, ocupan siempre un lugar importante, y en América del
Norte y del Sur, un puesto de primer orden por razón de su elevada producción agrícola y
ganadera. Las textiles y sus varias manufacturas, en mayor o menor extensión, se encuentran en
todas partes, incluso en países retrasados en otros aspectos. Las confecciones, que resultan la
parte menos mecanizable de la industria, dan trabajo a millones de personas, particularmente en
las ciudades y centros poblados. La maquinaria y vehículos sostienen talle res o fábricas, según
la importancia del núcleo industrial. El cuero y sus diversas manufacturas, en especial la del
calzado, mueven actualmente muchas fábricas y el volumen de su producción es uno de tantos
índices de la riqueza de un país. La elaboración de maderas y construcción de muebles es otra
de las actividades comprendidas en los centros fabriles. El papel, cartón y sus artefactos, cuya
pasta tienen que importar muchos países, es un renglón que no falta en los más industrializados.
Finalmente, los productos químicos y farmacéuticos, los aceites comestibles e industriales, las
pinturas y barnices y las tintorerías han tomado modernamente un vuelo insospechado.
No hablemos de las refinerías de petróleo, de la producción de gas y electricidad y de las
empresas de construcción. Para señalar los períodos de prosperidad suele decirse que "cuando
la construcción marcha, todo marcha", y verdaderamente es así, porque ninguna industria tiene
tantas derivadas como la de la construcción. En un continente antiguo como Europa es
maravilloso lo que llega a construirse en épocas normales y cómo van ensanchándose las
ciudades de las zonas industriales. Una de las particularidades es que cincuenta años atrás todas
esas ciudades eran un campo de chimeneas y hoy apenas si queda ninguna; los cables de
transmisión reparten la fuerza motriz que antes producían las calderas de las fábricas. Otra,
propia de todos los países modernos, es la creciente importancia de la imprenta y de las artes
gráficas, particularmente de los diarios y revistas que ocupan a millares de personas.
Al socaire de las industrias pesadas y livianas, vegetan con pujos de industrialización los
pequeños establecimientos que ofrecen una variedad tan extensa y proficua y que lo mismo
comprenden a las panaderías que a las lavanderías y planchadoras mecánicas, a las peluquerías
que a los remendones, enceradores, electricistas o reparadores de máquinas y utensilios
domésticos. Todos están provistos de sus respectivas máquinas, en todas partes trabaja la
energía inanimada y todos ofrecen un tipo distinto del artesano de las civilizaciones manuales.
Calcular la producción de todo el enjambre de personas puestas al servicio de la máquina y ni
siquiera valorar en términos de dinero el fruto de su trabajo, es tarea difícil que los estadísticos
sólo realizan arbitrariamente, no sabemos hasta qué punto de aproximación. Pero sí podemos
comprobar que se trata de una densa y compleja economía superpuesta, de unos valores que se
separan de la naturaleza y crean su propio mundo, haciendo posible el mundo más arbitrario y
artificioso de las finanzas. Por eso la Geografía Económica ha de establecer una distinción muy
clara entre el mundo industrializado y el que no lo es, distinción que equivale a dar contenido a
la economía o dejarla en pañales, sin expresión y sin sentido. Aunque el mundo de la
manufactura, de la fábrica y de la industria aparezca como un mundo reducido en el espacio,
puede decirse que en la época actual representa el mundo verdadero, el mundo que cuenta y
que gravita en el concurso de los valores y las fuerzas ponderables.