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GEOGRAFIA ECONOMICA – Fuerza y energía
EL PETROLEO
No puede decirse otro tanto del petróleo, conocido desde antiguo, pero que hace sólo cien años
que se utiliza en cantidades importantes. Primero se utilizó para alumbrado y fue en el Cáucaso
donde se hicieron las primeras perforaciones y desde donde se empezó a exportar petróleo a
otros países. Luego, en 1859, se abrió un pozo en Titusville, en el Estado de Pennsylvania, por
medio
del martillo pilón, hasta una profundidad de 21 metros, y pudieron conseguirse 25
barriles diarios de petróleo ligero. En seguida se supo que el petróleo abundaba en el subsuelo
de muchos países, pero su demanda era escasa porque el gas y la electricidad lo habían
derrotado como suministro de alumbrado, y su utilidad se reducía a proveer de lubricantes de
máquinas, alquitrán, naftalina, bencina, parafina, vaselina y otros medicamentos de consumo
limitado. Cuando el ingeniero alemán Gottlier Daimler, con la ayuda del doctor Otto, de
Colonia, inventó, en 1884, el motor de explosión, utilizando el gas inflamable impregnado de
petróleo, éste pasó a ocupar un puesto de primera categoría entre todos los hidrocarburos
líquidos. El motor de combustión interna ofrecía tantas ventajas sobre todos los demás
suministradores de fuerza motriz, que su difusión y multiplicación eran inevitables. Diez años
más tarde, en las carreras de París, los automóviles dotados de motor de explosión dejaron fuera
de combate a los movidos con caldera de vapor y acumuladores eléctricos, y el brillante
porvenir del automóvil se vinculó a un abundante suministro de petróleo y la producción de
éste se multiplicó en todo el mundo, particularmente en los Estados Unidos, que es donde más
abunda. Los buques tanques empezaron a recorrer todos los mares transportando el líquido que
era más estimado que el oro, pero pronto el mismo petróleo impulsó las motonaves y su
consumo aumentó en gran escala.
Los petróleos se clasifican según la composición química que domina en ellos: los de base
asfáltica, los de base parafínica y los de base naftalínica. Los segundos y terceros son más fluidos
y más ricos en nafta y gasolina. Los que tienen una densidad de 20 ó menos grados Baumé se
consideran pesados y los de 30 ó más grados, ligeros. Los pozos suelen producir las tres cuartas
partes de su rendimiento total en los dos primeros años de su explotación, y la cuarta parte
restante en diez o más años y en decrecimiento progresivo. En los Estados Unidos, donde desde
principios de siglo se han producido las dos terceras partes del petróleo que se consume en el
mundo, se teme que antes de veinte años no tendrán el suficiente para el consumo nacional.
Siguiendo el ritmo de consumo actual, se calcula que dentro de cincuenta años, o de ochenta
como máximo, se habrá terminado la provisión mundial de petróleo.
Los yacimientos petrolíferos de los Estados Unidos se hallan repartidos tan convenientemente,
que pueden con facilidad atender a todas las necesidades del país. Sin embargo, hay varios
oleoductos que lo transportan desde los más importantes centros de producción a los más
grandes centros de consumo. Los yacimientos más antiguos son los de los montes Apalaches, en
el centro-este, pero hoy se hallan en manifiesta decadencia; los de Ohio datan de 1884 y los de
Indiana de 1904 y forman un grupo de aceites ligeros de base parafínica, como los de Illinois,
cuya explotación se inició en 1905, pero que declinaron rápidamente; los de Michigan producen
desde el año 1920 y son poco abundantes; los más extensos y más ricos son los de la región
comprendida entre Kansas City y el centro y el oeste de Texas, el sur de Arkansas y el norte de
Luisiana; otra zona es la del Golfo, en las llanuras costeras de Texas y Luisiana, que empezó a
producir en 1900; los de las Montañas Rocosas están muy diseminados y son de poco
rendimiento y, finalmente, los de California comprenden el sur del Valle de San Joaquín y la
Cuenca de los Angeles. Los oleoductos convergen en los grandes centros poblados, como Nueva
York y los Estados del Este, Detroit, Chicago, Saint Louis, Saint Paul, Kansas City, Denver y San
Francisco-Oakland. La capacidad de un oleoducto de 20 centímetros de diámetro transportando
petróleo de 38° Baumé a una presión de 864 kilogramos por centímetro cuadrado es de unos
20.000 barriles de 159 litros cada 24 horas. Actualmente, el carbón pulverizado, mezclado con
agua, es también transportado por medio de tuberías de presión a largas distancias, con lo cual
se abarata mucho su transporte.
México es un ejemplo elocuente del pronto agotamiento de los yacimientos petrolíferos. En 1921
se había acercado a la producción de los Estados Unidos y hoy ocupa el séptimo lugar entre los
países productores. Su petróleo es denso y de base asfáltica, y como los pozos están situados
cerca del mar, la succión constante produce un influjo de agua salada. Hoy, después de la U. R.
S. S., que ocupa el segundo lugar, es Venezuela el país que produce más petróleo y el que
gracias a ese líquido puede, como vulgarmente se dice, nadar en la abundancia. Los ingresos
fiscales derivados de la explotación del petróleo cubren la mayor parte de los gastos del
presupuesto nacional, resultando ser el único país de América que no tiene deuda pública. En
América, además de los mentados, siguen en orden de producción de petróleo, Colombia,
Argentina, Trinidad, Perú, Canadá y Ecuador. Recientemente se han encontrado yacimientos
importantes en la parte de Tierra del Fuego que pertenece a Chile. En conjunto, América provee
el 77 por ciento del consumo mundial y algunos de sus países encontraron en la producción de
petróleo unos ingresos saneados y una riqueza más positiva que la del legendario vellocino de
oro.
Pero son varias las zonas del planeta donde se están activando los sondeos y perforaciones y
donde la producción va en constante aumento. Aparte de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas, que produce un 13 por ciento del total mundial, Irán, Indonesia, Rumania, Irak,
Birmania, las islas Bahreim en el golfo Pérsico, Egipto, Brunei en la Malaya británica, Alemania,
Saudi Arabia, Polonia, Japón, India, Hungría, Albania y Saráwak en la parte británica de la isla
de Borneo, producen cantidades considerables de petróleo con señalada tendencia al aumento.
La lucha de las grandes potencias por la posesión de los centros de producción petrolífera se
hace
cada día más ostensible y es el origen de muchas fricciones internacionales, tanto más
cuanto la era del petróleo tiene el aspecto de ser una de las más breves que ha conocido la
Humanidad. Los oleoductos atraviesan desiertos y los barcos-tanques recorren todos los mares
distribuyendo el precioso líquido, que ha pasado a ser materia esencial para la vida de todos los
países civilizados.
Tal es el valor de la energía inanimada, que nos dispensa de casi todo el esfuerzo físico en los
procesos de la producción moderna y nos asiste en todo momento y en todo lugar en mil formas
distintas. El viento y el agua fueron los primeros servidores del hombre en su afán de ahorrar su
esfuerzo y multiplicar su potencia, y en pleno auge de la utilización de la energía térmica,
cuando el carbón y el petróleo ocupan un lugar tan prominente en la vida de nuestra
civilización, el hombre vuelve sus miradas ansiosas a los dos elementos consustanciales con la
vida misma del planeta, y espera de ellos la solución permanente del gran problema del
suministro de energía sin que tenga que temer el retorno a la vida primitiva por agotamiento de
los carburantes o por el excesivo dispendio que represente su obtención y su distribución entre
los centros poblados. El viento ha trabajado desde tiempos inmemoriales en la elevación del
agua y en mover mecanismos de poca resistencia. Ahora se le quiere sujetar más estrechamente,
y si un día impulsaba naves de atuendo imperial, hoy se quiere que restablezca su prestigio en
la navegación aérea y en el funcionamiento de algo más que una vulgar bomba de agua. En el
Estado de Vermont ya se ha dado el caso de hacerle rendir mil caballos de fuerza motriz. Pero el
elemento más dócil y el más útil ha sido el agua, siempre que se le ha ofrecido un desnivel que
convirtiera en movimiento su natural inercia, y fue el peso del agua el que obligó a dar vueltas a
la turbina, primera manifestación de la energía inanimada que el hombre tuvo a su disposición
y logró aplicar a sus mecanismos más pesados.