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GEOGRAFIA ECONOMICA – Fuerza y energía
LA ENERGIA HUMANA
La energía humana dentro del orden cósmico tiene sin duda un aspecto original por cuanto
establece un orden propio, de proporciones reducidas pero independiente de los lineamientos
generales. Nadie puede pretender que el carbón sepultado en las entrañas de la tierra hubiese
sido colocado allí en reserva para cuando al hombre se le ocurriera utilizarlo para calentarse o
producir vapor para mover sus máquinas. Nadie sabe tampoco que las grandes cataratas fuesen
proyectadas para producir tantos o cuantos caballos de fuerza. Y, sin embargo, el hombre lo ha
dispuesto así, y los elementos naturales se han mostrado sumisos a sus designios. Gracias a esta
sumisión, el hombre ha podido realizar empresas portentosas, que jamás pudiera haber
concebido contando con sólo el caudal limitadísimo de su propia energía o de su propia fuerza.
Su ingenio giró obstinadamente alrededor de una idea fija: la de ahorrar su esfuerzo físico y
utilizar las otras fuerzas en beneficio propio. Primero sometió a otros animales, después a los
mismos hombres, y finalmente a parte de los llamados elementos naturales, con lo cual no sólo
ahorró trabajo muscular, sino que, en términos prácticos, lo multiplicó a muy elevadas potencias.
Se ha hecho alguna literatura para estimar cuantitativamente los progresos realizados en
materia de aprovechamiento de la energía y, por ejemplo, el profesor A. B. Lamb, de la
Universidad de Harvard (Estados Unidos), calcula que el máximo de la energía potencial de las
civilizaciones manuales, incluyendo las fuerzas musculares humanas, el trabajo de los animales
domesticados, los molinos de viento y las ruedas hidráulicas, es de unos 4.000
kilogramos-
calorías. En 1929, la energía disponible, apreciada en carbón, petróleo, gas natural y fuerza
hidráulica, efectivamente consumida, era de 160.000 kilogramos-calorías, o sea 40 veces el
potencial utilizable antes de la introducción del maquinismo moderno.