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GEOGRAFIA ECONOMICA - Cultivos tropicales y de climas templados
AGRICULTURA SEDENTARIA Y VOCACIONAL
El sedentario está más universalizado y aparece en los mismos trópicos, en las laderas de las
montañas o en las tierras más feraces. Es bueno que se sepa que las tierras bajas y húmedas de
los trópicos no son las más fértiles ni las que mejor se prestan a la producción de alimentos;
tampoco pasa de fantasía el que los habitantes de esas regiones puedan pasarse la vida en
completa inactividad, viviendo de frutos silvestres y otras dádivas de la naturaleza. Vimos que
eran hábiles cazadores, pero aun así, su vida nada fácil resultaría imposible sin el auxilio de
alguna forma de cultivo. Pero el asiento fijo en un lugar y la agricultura sedentaria de
alimentación son propios de las tierras altas de los trópicos y de las altas o bajas de clima
templado. En cualquier región del continente antiguo asoma el modesto hogar campesino,
multisecular, donde se perpetúa una economía de pura manutención, de bastarse a sí mismo,
produciendo lo necesario para la subsistencia, vendiendo los escasos excedentes para adquirir
ropas y artículos complementarios para una vida apenas confortable y civilizada. El indio
americano es el arquetipo de la agricultura sedentaria de alimentación, pero, entre la población
inmigrada, no tardó en aparecer el carácter independiente, que roturó sus propias tierras y
estableció su predio agrícola o ganadero. Los que poblaron las llanuras del oeste norteamericano
y las estepas canadienses en régimen de pequeñas fincas o bornestead no lo hacían con
ambiciones de alta producción y enriquecimiento, sino con el propósito de mantenerse y
emanciparse.
Los mayas y los incas americanos sorprendieron a los invasores con sus atildados muros de
contención, que sostienen bancales de tierra de cultivo en pendientes pronunciadas, iguales a los
que, desde remotos siglos, venían construyéndose en las laderas del Tibet o en las estribaciones
de los Pirineos. En un continente prácticamente deshabitado, donde todo era tierra baldía, los
hombres habían consagrado su esfuerzo tenaz a escalonar montañas y a crear artificialmente
una tierra labrantía que en todas partes sobraba. Razones tendrían para ello, la principal, que
más vale poco y seguro que no mucho y pendiente del azar. Los felinos de las selvas, los
insectos y las plagas no son vecinos muy estimables; y en las alturas, la vida ofrecía mayores
garantías, se conseguían cosechas de granos, legumbres, verduras y frutas, se podían criar
animales que proporcionaban carne, grasas, cueros, lanas, cerdas y plumas, y que ayudaban en
las labores agrícolas y en el transporte. Así, los indios de los Andes centrales pudieron
desarrollar 150 variedades de papas y otros tubérculos corno la oca, el anu y el ullucu, que sólo
se dan en altitudes, ensayaron con éxito nuevos tipos de maíz y aprendieron que (1 trigo
madura hasta los 3.700 metros, el centeno a los 4.300, y la quinua, una variedad de mijo, entre
los 3.600 y 4.000 metros, con rendimientos considerables, incluso en terrenos pedregosos.
El tipo del agricultor vocacional o atávico es el símbolo de la permanencia y de la santa
continuidad en comunión inefable con los elementos naturales que alientan su iniciativa y su
independencia. Aunque se atribuye a los romanos la institución del latifundio y la explotación
del trabajo esclavo, la historia más reciente nos enseña que fue en América donde la utilización
del indígena o el negro importado dio origen a las grandes empresas comerciales que
transformaron la agricultura en una industria moderna de producción en masa. Cuando la
esclavitud fue abolida, se recurrió al reclutamiento por contrato, llevando a los trabajadores de
uno a otro país o de una a otra isla. Con ambos sistemas fueron posibles las vastas plantaciones
de los trópicos, en su mayor parte monopolizadas por capitales europeos o norteamericanos.