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GEOGRAFIA ECONOMICA – Comercio y transportes
IMPORTANCIA DEL TRANSPORTE
Sin transportes no hay comercio posible, y la misma industria y comercio de los transportes
pesan extraordinariamente en el desarrollo económico de los países. El comercio es el
instrumento fundamental de las relaciones humanas y el único medio conocido para dar vida a
la producción y facilitar la distribución y el consumo. Los que cultivan el algodón o el abacá
terminaron su labor después de levantada la cosecha y nada más se les puede exigir; pero si no
hubiese quien comercializase, transportase y distribuyese sus productos a las industrias de
transformación, y si una vez terminados los tejidos y las cuerdas tuviese que esperarse a que
vinieran a buscarlas los que las necesitan, seguramente éstas serían las últimas cosechas de
algodón o de abacá que levantarían los americanos o los filipinos. El camión, el ferrocarril o el
vapor deben estar presentes allí donde hay producción real o potencial y allí donde hay
consumo potencial o efectivo. El comercio establece los contactos y hace posible la unión de los
polos opuestos; el transporte realiza la distribución y el riego como la sangre del cuerpo. Si se
paraliza, si es defectuoso o insuficiente, todo sufre, todo se demora, todo se atasca.
América, sin los ferrocarriles, estaría todavía en las tinieblas. En los Estados Unidos y en la
Argentina los rieles se extendían y las locomotoras resoplaban en parajes donde no se veía un
rancho ni indicios de población humana. Hoy los aviones descienden en sitios apartados y
desiertos donde se sospecha que hay riqueza en potencia. Europa inventó los ferrocarriles y los
automóviles para comunicar más rápidamente unas poblaciones con otras. Era la satisfacción de
una necesidad. Pero después el transporte pasó a la ofensiva y llevó población donde no la había
y despertó riqueza yacente y dormida. El resultado está a la vista: Norteamérica tiene casi un
tercio de la extensión total de vías de ferrocarril del mundo, y aunque su movimiento ferroviario
sea mucho menos intenso que el de Europa o el de la India, por ejemplo, sabe que su riqueza
está en movimiento y que regará cualquier rincón del país. Los ferrocarriles de los Estados
Unidos ocupan a 1.300.000 personas, que reciben salarios por más de 3.000 millones de dólares,
superando a cualquier otra industria del país. Nos referimos únicamente al transporte y
descartamos la construcción de vías y material rodante o fijo. La carga transportada en 1943
excedió los 3.000 millones de toneladas.
Los ferrocarriles de Alemania en 1938 transportaron 2.047 millones de pasajeros y los de Gran
Bretaña 1.300 millones. Los del Japón 1.058 millones y los de Estados Unidos 454 millones. Claro
que la cifra relativamente baja de los Estados Unidos se compensa con los transportados en
automóvil, cuya matrícula de 30 millones de vehículos supera a la de los demás países juntos.
Con todo, el material de transporte es abundante en todos los países modernos y aun después
de los destrozos causados por la guerra, se considera que quedan en Europa medios de
transporte suficientes para restablecer el movimiento normal. El transporte fluvial y el de los
canales interiores completa el de los ferrocarriles y vehículos automotores, quedando escaso
margen al de tracción animal.
Los servicios de aviones se multiplican y el número de pasajeros que transportan anualmente
suman ya millones. Pero el verdadero nexo entre continentes y países distantes sigue siendo la
navegación a vapor o la motonave moderna. Al estallar la Segunda Guerra mundial, Gran
Bretaña conservaba el cetro del transporte marítimo con 9.488 buques y 21.215.261 toneladas de
desplazamiento, casi el tercio del total mundial; terminada la guerra, probablemente ahora son
los Estados Unidos quien mantiene la supremacía. El Japón, que contaba con 2.337 buques y
5.629.845 toneladas y Alemania con 2.466 y 4.492.708, respectivamente, tercera y quinta de las
potencias marítimas comerciales, pasan a una categoría inferior; y Noruega, con la cuarta
marina mercante del mundo e Italia con la sexta, no es probable que vuelvan a ocupar su lugar
de preferencia, sobre todo la última. Siguen en orden de importancia, Francia, Holanda, Suecia,
Grecia, la U. R. S. S., Dinamarca, España, Finlandia, Bélgica y Yugoeslavia. En América, aparte
de los Estados Unidos, son Canadá y Argentina las que cuentan con una flota mercante
moderna y eficiente; Brasil y Chile no cubren ni con mucho sus necesidades, y Panamá, a causa
de la guerra, se encuentra con una matrícula de buques mercantes desproporcionada con sus
medios. En el resto del mundo quedan solamente la India, Australia y China, que cuentan con
una marina comercial propia de cierto volumen. Los demás países dependen casi
exclusivamente de los fletes y transportes de las grandes potencias marítimas.
La posesión de estos poderosos instrumentos de comercio requiere capitales que no están al
alcance de países retrasados y ello constituye otro motivo de dependencia económica. La
tradición influye también mucho, porque ni Noruega ni Grecia son países ricos y, sin embargo,
poseen flotas mercantes considerables. Algo similar ocurre con el seguro que a modo de broche
cierra el ciclo de la producción, de la industrialización y del comercio y los transportes. El
seguro cubre hoy todos los riesgos imaginables y está tan sumamente extendido en todos los
países modernos, que casi no se concibe operación mercantil alguna sin el seguro
correspondiente. En 1943 las pólizas de seguros de vida en los Estados Unidos sumaban en
conjunto capitales superiores al monto de la renta nacional. Como una garantía de una
ordenación económica superior, los países mejor desarrollados están estableciendo el seguro
social que ha de ofrecer a todos los ciudadanos una salvaguardia contra las contingencias y
adversidades de la vida, incluso la falta de trabajo. Gran Bretaña fue la que inició el seguro
social en gran escala y afortunadamente su ejemplo ha proliferado; actualmente se le considera,
casi en todas partes, como uno de los deberes fundamentales del Estado y una práctica común
en todos los pueblos civilizados.