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BOTÁNICA – El tallo
El tallo es la parte de la planta que sirve de soporte a las hojas, las flores y los frutos.
Generalmente erecto y ramificado, mantiene la planta en una posición conveniente con
relación a la iluminación y al aireamiento necesarios para la vida vegetal.
Los tallos pueden presentarse en tres tipos principales, según su posición, siendo aéreos,
acuáticos y terrestres. Los tallos aéreos pertenecen a una misma categoría morfológica,
mientras que los terrestres o subterráneos muestran formas y adaptaciones diferentes.
Anatómicamente los tallos se caracterizan por la distribución de los elementos conductores,
difiriendo entre ellos de acuerdo con el vegetal. Así en las Gimnospermas y en las
Dicotiledóneas constan de dos partes fácilmente observables y separables: la parte exterior o
corteza y la parte interna más sólida, denominada cilindro central. Esas dos partes tienen,
como sucede en la raíz, estructura primaria y estructura secundaria. El límite entre la corteza y
el cilindro central, sea en la estructura primaria o en la secundaria, está constituido por una
zona de tejido embrionario denominada (como en la raíz) cambio.
En un corte transversal de un tallo de dicotiledónea podemos notar, al examen microscópico,
tres zonas principales, que son, del exterior hacia el interior, en su estructura primaria: la
epidermis, la corteza y el cilindro central o estela.
La epidermis comúnmente está formada por una sola capa de células, generalmente sin
clorofila, aplanadas con relación a la superficie del tallo y alargadas en dirección al eje de sí
mismas. Son muy cutinizadas y frecuentemente impregnadas de cera, bajo forma de gránulos
o con incrustaciones de sustancias minerales como sílice y oxalato de calcio, la primera
formando una capa o depósito homogéneo y el oxalato bajo la forma de cristales o gránulos, a
veces en grandes cantidades, que dan un color blanquecino y un aspecto carcomido a la
epidermis. Hay casos en que ésta puede estar formada por diversas capas de células,
adhiriéndose las adyacentes a la carnada superficial como tejido o parénquima acuífero.
En la epidermis del tallo ya encontramos los órganos característicos del tejido cutinoso o sea:
los estomas y los pelos. Como en la raíz, las células epidérmicas están íntimamente unidas
entre sí y pueden ser persistentes o caducas.
La corteza está constituida por un parénquima diferenciado en dos partes denominadas
parénquima irregular, externo, y la endodermis, que limita internamente al cilindro central.
Varias carnadas de células poliédricas o redondeadas e irregulares forman, en general, el
parénquima irregular, dejando entre sí espacios de dimensiones variables denominados
meatos o lagunas. En las plantas herbáceas las células de las capas más externas se presentan
en palizada.
Corte esquemático de un tallo; a, epidermis; b y c, parénquima cortical; d, endodermis; e,
esclerénquima; f, parénquima; g, tubo criboso del líber; h, cambio; i, k, l, m, vasos anillados y
espiralados; n, medula.
Las células de las carnadas exteriores del parénquima irregular tienen clorofila y granos de
almidón, disminuyendo la clorofila hasta desaparecer, a medida que la examinamos de la
periferia al centro. Así se pueden distinguir dos zoñas en el parénquima irregular del tallo:
una con clorofila o externa y la otra incolora o interna, cuyas células están dispuestas
radialmente, pero sin existir una línea de separación entre las dos zonas.
En los vegetales de tamaño reducido, como en los de pocas hojas o sin ellas, las células del
parénquima irregular pueden estar dotadas de clorofila.
Como en la raíz, la endodermis del tallo está constituida por una capa de células más o menos
cúbicas. De un modo general, lo que caracteriza la endodermis del tallo es la presencia de
grandes cantidades de almidón en sus células, recibiendo por eso el nombre de capa amilifera.
Muchas veces el almidón desaparece de las células de parénquima irregular, subsistiendo sólo
en la endodermis.
En muchas especies vegetales la capa amilifera se encuentra sólo en los brotes de las plantas
nuevas, reduciéndose a segmentos aislados o desapareciendo completamente de los tallos
adultos.
En la zona cortical se suelen encontrar hacecillos liberoleñosos, porque los haces de las estelas
se dirigen a las hojas (hacecillos foliares) recorriendo antes cierto espacio de la zona cortical,
motivo por el que en un corte transversal de la corteza se puede observar la presencia de
hacecillos liberoleñosos.
El cilindro central de los tallos nuevos presenta los vasos leñosos característicamente reunidos
en haces, situados en la parte interior del cambio. El resto está constituido por parénquima,
tejidos de reserva y de resistencia.
Desde el segundo año de vida de la planta en adelante, se modifica la estructura debido a la
actividad del cambio. Este va formando anualmente una capa adicional de vasos leñosos para
el cilindro central y otra de tubos cribosos para la corteza. Los parénquimas del cilindro
central son, en su mayor parte, transformados en tejido leñoso, por lo que el diámetro del tallo
aumenta anualmente. Los vasos leñosos formados en la época más favorable para el
crecimiento son de calibre mayor y por eso denominados leño de primavera, mientras que los
vasos formados en épocas desfavorables son menores y llamados leño de otoño. De esa
diferenciación resultan zonas más claras y zonas más oscuras, que constituyen la estriación de
las maderas. Esas dos zonas forman lo que se llama el anillo anual, correspondiendo al
crecimiento en espesor del tallo de un año; se puede, pues, conocer la edad de una planta
leñosa por recuento de esos anillos en un corte transversal de tallo.
En forma idéntica a lo descrito en la estructura de la raíz, algunas células parenquimatosas se
conservan entre los vasos leñosos formando hacecillos, que constituyen los radios medulares
del tallo y que establecen comunicación entre el centro y la corteza.