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BOTÁNICA – La célula vegetal
El perfeccionamiento de los instrumentos ópticos, con el descubrimiento del microscopio,
abrió un vasto campo a las investigaciones sobre Botánica y Zoología, partiendo del
descubrimiento de la célula, por el físico inglés Roberto Hooke.
Ese físico, examinando al microscopio un fragmento de corteza, verificó, por primera vez, la
existencia en el material examinado de una infinidad de pequeñas cavidades semejantes a las
de un panal de miel, las que denominó pequeñas celdas o células. Este acontecimiento se
produjo en el año 1667.
Comprobóse entonces que los seres vivos, animales y vegetales, son relativamente
complicados en su estructura, constituyéndose por la reunión de millones de células, las que
van a formar en seguida los vasos, fibras y, en general, los tejidos. Esto, con respecto a los
animales y plantas denominados superiores; pero existen plantas de naturaleza muy simple
formadas por una o por pocas células.
Una de las grandes ventajas del estudio de la célula vegetal fue el conocimiento científico de la
evolución de las plantas, habiendo sido verificada la evolución de la vida a partir de los seres
inferiores de organización rudimentaria. Se comprobó también que los organismos más
elementales viven en el agua, de donde parte la evolución, hasta llegar a los vegetales
superiores, de organización compleja, que viven en las condiciones ambientes más diversas.
Se puede definir la célula como la menor porción de materia viva capaz de formar un
individuo. Las bacterias son plantas constituidas por una sola célula, por lo cual se
denominan unicelulares.
En las plantas dotadas de numerosas células, plantas pluricelulares, se tiene la impresión de
que los diversos órganos son continuos, indivisibles. Si observamos un fragmento vegetal al
microscopio, verificaremos que esa homogeneidad no existe. Veremos la existencia de células
de diferente forma y tamaño, no solamente en los diversos individuos, sino también en la
misma planta.
Esa variedad de formas y dimensiones tiene su razón de ser. Como las plantas desempeñan
innumerables funciones, todas ellas de interés para la propia razón de ser del vegetal en su
adaptación al ambiente, se hace necesaria la existencia de las más variadas categorías de
células, dedicadas cada una a su finalidad vital.
Respecto a las dimensiones, las células pueden presentar tamaño ínfimo, exigiendo lentes de
poderoso aumento para poder ser vistas. Por eso la unidad de medida microscópica
convencional en el mundo entero es el micrón o miera, que equivale a un milésimo de
milímetro y que en plural es micrones; así se dice 1 micrón, 2 micrones, 40 micrones, etcétera.
Los microscopios poseen dispositivos especiales que permiten medir las preparaciones con la
máxima precisión y sin dificultad.
Entre las células mayores se pueden citar en el reino vegetal la fibra de algodón, constituida
por una sola célula que suele alcanzar hasta 5 centímetros. Entre las dimensiones más
reducidas se encuentran las de vegetales unicelulares, como las bacterias, que habitan el agua,
suelo y aire, y el propio cuerpo humano, muchas de las cuales causan enfermedades. En
algunos casos las bacterias no llegan a medir media milésima de milímetro (0,0005 mm). Para
darnos una idea de la insignificancia de tal dimensión, basta decir que para obtener un
milímetro de ellas, cuando se las coloca en hilera, serían necesarios nada menos que 2.000
individuos.
Es asombroso, entre tanto, tener que afirmar que existen muchos organismos unicelulares que
ni con el auxilio de los más fuertes aumentos pueden ser vistos, siendo su existencia
comprobada sólo por los efectos perniciosos que producen en los organismos de animales
afectados por las enfermedades.