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BIOLOGÍA - El sexo
CÉLULAS SOMÁTICAS Y GERMINALES
La perfección del funcionamiento de nuestro organismo se debe a la división del trabajo. Cada
tejido se especializa en una función distinta, y sus células toman la forma y estructura
apropiadas para desempeñarla. Pierden, en compensación, la capacidad de hacer otras cosas,
inclusive dar origen a nuevos individuos.
Por lo tanto, la vida se extinguiría con nosotros si ciertas células —las células germinales— no
conservasen la capacidad de dar origen a todas las células de un nuevo organismo.
En el embrión, mientras los distintos tejidos se diferencian, la familia de las células germinales
se mantiene indiferenciada, y alojada después en las glándulas sexuales de los adultos, pasa a
producir los gametos.
La célula huevo, que resulta de la fusión de un gameto masculino con uno femenino, da
origen a todas las familias celulares del descendiente; las destinadas a desaparecer con ella
(células somáticas) y las de la estirpe germinal que perpetuará la especie.
Ahora debemos destacar un punto importantísimo: la totalidad del individuo (células
somáticas y germinales) proviene exclusivamente de las células germinales de los padres; de
las células somáticas de los padres nada pasa a los descendientes. La herencia biológica fluye,
por lo tanto, exclusivamente por las células germinales.
Modificaciones provocadas por factores externos en nuestras células somáticas desaparecen
con nosotros, sin influir en el patrimonio hereditario guardado en las células germinales.
Estaba, pues, errado Lamarck al pensar que las modificaciones producidas por el medio en el
individuo (más claramente, en sus células somáticas) pueden perpetuarse en sus
descendientes.
Volveremos a este punto al estudiar cómo se produce la evolución de las especies; por ahora
basta dejar aclarado que todo organismo está formado por un soma transitorio que muere
fatalmente y un germen potencialmente inmortal que lo une a todos sus ascendientes y
descendientes.