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BIOLOGÍA - Instinto e inteligencia
La hembra fecundada de cierta garrapata sube a un árbol y allí espera años hasta que pasa
debajo un mamífero. Se lanza entonces sobre él, acomoda la trompa, le chupa la sangre y
luego pone los huevos. Entre tanto ella es ciega, sorda y carece del sentido del gusto.
Examinando más de cerca su conducta, vemos que, aunque no tiene ojos, la piel es sensible a
la luz, de manera que un fototropismo positivo la hace subir a un árbol en dirección al cielo,
de donde viene la luz. En la punta de una rama espera que le excite el sensibilísimo olfato el
olor de ácido butírico emanado de los mamíferos sudorosos, única señal de aproximación de
un huésped conveniente.
Este estímulo olfativo provoca el reflejo de caída. Si cae sobre la víctima, la garrapata sentirá el
calor de ella, lo que provoca en el parásito la reacción de enterrar la trompa y chupar. Si cae
sobre un cuerpo frío no se produce el reflejo de introducción de la trompa. Pero la garrapata
no tiene paladar, pues chupará igualmente cualquier líquido tibio colocado dentro de una
vejiga.
Sólo después de una abundante alimentación —puede esperar en ayunas hasta dieciocho
años—, la hembra de la garrapata es capaz de poner huevos fecundados, porque el intestino,
repleto, comprime los órganos donde están guardados los espermatozoides, que son
expulsados y fecundan los óvulos.
Es así como un tropismo, dos reflejos y cierta disposición de los órganos internos dirigen gran
parte de la vida de la garrapata. Tales tipos elementales de conducta se tornan en este caso
altamente eficientes, porque están encadenados de cierta manera entre sí y con la disposición
anatómica del animal.
Muy frecuentemente reflejos y tropismos se producen sólo en ciertas condiciones internas, y
así se hacen más adecuados para alcanzar ciertos fines útiles.
La oruga de la mariposa europea Porthesia chrysorrhoea, después de pasar el invierno sin
comer, al comenzar la primavera sube por fototropismo positivo en dirección al cielo, hasta
las puntas de los gajos de los árboles, justamente donde surgen los primeros retoños, que
devora. Pero la alimentación inhibe su reacción a la luz, de modo que desciende hacia las
ramas más bajas, donde encuentra alimento en los días subsiguientes.
Un Bernardo el ermitaño puede comportarse de tres modos distintos en presencia de una
actinia que encuentra. Si está desprovisto de concha, trata de esconder el blando abdomen en
la actinia, como si ella fuese una concha de molusco. Si está instalado en una concha, se pega a
la actinia y la coloca sobre ella, de lo que resulta la simbiosis descrita con anterioridad. Si ya
tiene actinias sobre la concha, comienza a comer la que encontró.