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ZOOLOGIA - La vida terrestre
LA VIDA AEREA
La conquista definitiva y eficaz de la tercera dimensión sólo se convirtió en realidad con la
innovación del vuelo. En este sentido, obtuvieron un éxito enorme dos clases de animales, y lo
que es más sorprendente, dos clases enteramente diferentes y que utilizaron recursos
completamente distintos: las aves y los insectos. Más sorprendidos todavía hemos de sentirnos si
atendemos al magnífico vuelo de los murciélagos y de ciertos reptiles extinguidos (pterosaurios) ,
realizado mediante recursos diferentes de los que acabamos de mencionar. Es como si la
naturaleza se resolviera contra una atmósfera exenta de animales y emplease tácticas distintas
para poblarla. ¿Por qué, sin embargo, consiguieron volar solamente algunos grupos de animales?
En ello no hay ninguna elección previamente determinada. Ahí estaba el aire para quien fuera
capaz de dominarlo. Cualquier ser que presentase variaciones que le permitieran vivir mejor en
los árboles y, desde ellos, intentar desplazarse a través del aire, llevaría ventaja; y entre los
animales vivientes o entre los fósiles encontramos ejemplos que nos muestran de qué modo
ciertas pequeñas variaciones casuales fueron siendo aprovechadas para dicho desplazamiento.
Hay pequeños saurios, con el aspecto de caimanes en miniatura, que viven en los árboles y se
lanzan de uno a otro, deslizándose a la manera de un planeador con ayuda de expansiones de la
piel situadas entre los miembros, que les sirven de paracaídas. Un aparato semejante se encuentra
igualmente en ciertos mamíferos arborícolas.
Los primeros pobladores del aire no eran los excelentes aviadores de hoy, sino seres que se
desplazaban con ciertas dificultades, y todavía actualmente hay enormes diferencias en la
eficiencia de diversos animales para volar. Durante la evolución, cada vez que un grupo de
especies consigue desarrollar un nuevo tipo de organización, que irá a conquistar un nuevo
habitat, se observa que ese grupo se extiende extraordinariamente hasta alcanzar un punto
culminante, probablemente porque su nueva organización representa una mayor eficiencia en la
lucha por la vida. El vuelo por medio de expansiones de la piel fue experimentado en los
pterosaurios, ya extinguidos; en ellos, como en los actuales murciélagos, los dedos estaban muy
desarrollados y sostenían la piel extendida, formando una superficie continua entre la mano y el
pie y constituyendo un ala admirable. El cuerpo del animal era relativamente muy pequeño, y sus
huesos, largos y muy delgados. En las aves, el vuelo fue conseguido por otro procedimiento. La
expansión alar se obtuvo mediante la presencia de fuertes plumas implantadas sobre los
miembros anteriores. Sin embargo, estas plumas no fueron enteramente una innovación, pues se
derivan de la piel, y según se cree , corresponden a escamas modificadas de sus antecesores
reptilianos.
Hay aves de tipo primitivo, como el ñandú y ciertas rátidas hoy extinguidas, incapaces de volar
aunque tienen alas y plumas. En realidad, pues, las plumas aparecieron mucho antes que el vuelo.
No debemos afirmar que las plumas fueron hechas para volar, del mismo modo que nadie se
atrevería a decir que la piel que reviste el cuerpo de los mamíferos haya sido hecha para el vuelo, -
por el hecho de que las alas de los murciélagos estén constituidas por piel idéntica a la que cubre
nuestro cuerpo. Las aves fueron primeramente animales corredoras, como son corredoras las
rátidas, como el avestruz, el ñandú y el casuario; pero entre las muchas especies de corredoras
hubo variaciones de diverso tipo. En muchas, el tipo corredor se acentuó, y por tanto se
perfeccionó; pero en otros casos, la variación dio al animal otras cualidades, tales como plumas
más anchas, no filiformes. Estas plumas proporcionaban, a las aves que las tenían, mejor
sustentación durante sus carreras con las alas extendidas; aunque en forma rudimentaria,
permitiríanles por lo menos planear en el aire por breves momentos, como lo hacían los primeros
aeroplanos hechos por el hombre. El perfeccionamiento haría luego lo demás, llegando, a través
de los tiempos, hasta esas magníficas voladoras que son, por ejemplo, las aves migradoras en
general.