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PSICOLOGIA - La vida personal es un constante aprendizaje
PARA APRENDER ES PRECISO OLVIDAR. ES TAN IMPORTANTE EL OLVIDO COMO EL
RECUERDO
Esta es una de las más paradójicas consecuencias de los modernos estudios en el campo
psicológico. Dos escuelas aparentemente opuestas, la neurorreflexológica y la psicoanalítica,
han insistido
en el mismo hecho, a base de experimentos hechos con fines y técnicas muy
diversas: no es posible aprender sin olvidar. La formación de un nuevo conocimiento, de un
nuevo criterio, de un nuevo hábito supone imprescindiblemente la pérdida —más o menos
absoluta— de los que, en relación con la misma situación o exigencia reacciona], empleaba la
persona con anterioridad a su aprendizaje. Así, cuando sabemos nadar caen en desuso y se
olvidan en la "situación natatoria" los desesperados y desordenados movimientos de defensa
con que antes habríamos reaccionado si nos hubiesen echado al agua. Esto es tan cierto que un
nadador, para hundirse como haría quien no sabe nadar, tiene que hacer un nuevo
aprendizaje y nunca llega a poder moverse tan mal como espontáneamente lo hacía antes de
saber nadar. El olvido es un proceso activo; no se debe, como antes se creía, a la usura o al
desgaste de las huellas de las impresiones, sino que es producido por un proceso que los
neurofisiológicos denominan "inhibición" y los psicoanalistas llaman "represión".
Gracias a la posibilidad de olvidar y mantener olvidadas las pautas de reacción que ya no son
útiles, en cada momento de nuestra evolución, podemos dar a nuestra conducta un sentido
unitario y progresivo. Cuando por un trastorno mental, en virtud de un proceso de excitación
e irradiación cerebral, se ponen en marcha simultáneamente todos los hábitos adquiridos (y
olvidados) en la vida personal, el resultado es una absoluta desorientación e incoordinación
de la conducta personal, que lleva al sujeto al manicomio. Lo propio ocurriría si en la vida
nacional quisiera alguien poner en vigencia, a la vez, todas las leyes y disposiciones oficiales,
promulgadas desde el principio de su historia.
Así, pues, lo que ocurre es que nos damos cuenta de las dificultades que es necesario vencer
para recordar y no nos damos cuenta, generalmente, de las que hemos de superar para olvidar
ciertos datos y hábitos. No obstante: a cada paso encontramos personas que sufren de "ideas
fijas", de "vicios", y de "recuerdos obsesivos", o sea, que no pueden olvidar —aun cuando
quieren— determinados conocimientos, ideas o actos y los repiten una y mil veces, muy a su
pesar. Tales personas no por ello dejan de ser normales en los demás aspectos de su vida.
¿Quién no ha tenido que confesar alguna vez que "no podía sacarse de la cabeza" tal o cual
pensamiento molesto?
En tales casos, el olvido forzado y directo falla. Precisa acudir al olvido indirecto, o sea, a crear
un material de conciencia que venga a sustituir al que queremos olvidar y no podemos. En
esto consisten todos los recursos que usamos para distraernos (viajes, diversiones, aventuras,
lecturas, juegos, etc.); éstos, por regla general, son tanto más inefectivos cuanto más necesarios;
ello nos muestra la verdad de la afirmación anterior: el olvido funciona tanto mejor cuanto no
nos damos cuenta del esfuerzo que hacemos para lograrlo. Lo mejor que podemos desear a
nuestra actividad psíquica es que se realice como la actividad corporal, de un modo casi
inconsciente; entonces es señal de que funciona de un modo natural y casi perfecto.