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PSICOLOGIA - El precio de la civilización es el sufrimiento
LA "SIMBOLIZACION" ES EL ARMA PREFERIDA DE LA ACTIVIDAD IMAGINARIA
En este constante esfuerzo de conciliación entre nuestros "deseos" y nuestros "deberes", que
marca la tremenda lucha entre los impulsos naturales y los hábitos sociales, el niño y el adulto,
el sano y el enfermo, el aprendiz y el maestro, el rico y el pobre, el esquimal y el ecuatoriano,
el analfabeto y el premio Nóbel, se comportan idénticamente, recurriendo al llamado proceso
de simbolización, como fase inicial de su adaptación. Podría decirse que si "vivir es adaptarse",
esa adaptación generalmente consiste en un compromiso y en un "arreglo" por el cual nuestra
conducta se subordina en parte a las exigencias de nuestra personalidad y en parte también a
las exigencias educativas, jurídicas, familiares, sociales, etc., gracias al uso adecuado del citado
proceso, de modo que "adaptarse es simbolizar". ¿Qué es, en definitiva, un símbolo? Un
símbolo es una imagen o contenido mental (de palabra, objeto, etc.) que se torna
representativo de otro y recibe así las propiedades de éste, en cualquiera de sus formas, sin
dejar de tener las que ya poseía antes de esta transferencia. Cuando un trozo de trapo de
ciertos colores se hace equivalente de todo cuanto en nosotros despierta la idea o el
sentimiento de Patria, por haberle sido transferido imaginativamente ese valor de
representación, entonces, sin dejar de ser un tejido se hace, además, bandera y se convierte en
el símbolo de una enorme variedad de contenidos sensoriales y afectivos reales. Un poeta, a la
vista de su bandera nacional, será capaz de producir un libro de versos; un soldado será capaz
de ofrendar su vida y, no obstante, el poeta y el soldado saben que se encuentran ante un
objeto cuyo valor real a veces no pasa de unos centavos. Pero su valor imaginario es inmenso.
Las leyes de formación simbólica han sido estudiadas principalmente revisando el
pensamiento mágico de los pueblos salvajes. Cuanto más primitiva es una mentalidad tanto
más fácil resulta la aglutinación de significados representativos en un mismo contenido y por
ello se comprende que la mayor riqueza simbólica corresponde a los estratos de formación
más antiguos en la estructura individual. C. Jung, el genial psicólogo suizo, afirma que existen
algunos símbolos que son patrimonio heredado de todos los seres humanos y que se
encuentran en la zona más profunda del inconsciente —el llamado inconsciente colectivo o
arcaico; tales símbolos son llamados por él arquetipos y presiden y orientan las grandes líneas
vectoriales de la conducta individual, sobre todo en su aspecto afectivo— intuitivo o
imaginativo.
La escuela psicoanalítica de Sigmund Freud, a la que más adelante nos referiremos, ha dado
gran impulso al estudio de los símbolos sexuales y ha aclarado el significado de no pocos
símbolos litúrgicos o religiosos, especialmente de los denominados símbolos totémicos.
Finalmente, otro genial psicólogo, Frazer, estudiando el folklore y las costumbres de algunas
tribus africanas y oceánicas, ha concretado algunas normas de la formación simbólica en el
pensamiento mágico, que pueden reducirse a dos: el principio de la pars pro toto —en virtud
del cual una parte cualquiera de una imagen puede convertirse en símbolo de la totalidad de
sus formas— y el principio del contagio, en virtud del cual todo cuanto ha estado en contacto
con algo puede simbolizar ulteriormente (entiéndase representar y adquirir así sus
propiedades) a ese algo. Desde el enfoque de la psicología clásica de tipo positivista un
símbolo puede definirse como un signo de signos establecido de acuerdo con las leyes de la
asociación de ideas e imágenes, que ya fueron enunciadas por Aristóteles; pero desde el punto
de vista de su importancia práctica lo que interesa saber es que en toda actividad regida por el
proceso de simbolización cada contenido de conciencia está sobredeterminado y tiene varios
sentidos, lo que obliga a un proceso de análisis "situacional" para descubrir en cuál de ellos
hay que apoyarse para interpretar el pensamiento y la conducta de la individualidad
estudiada.