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PSICOLOGIA - El precio de la civilización es el sufrimiento
LA HUIDA DE LA REALIDAD Y EL CONSUELO DE LA IMAGINACION
Además de los recursos citados, para autojustificar los actos censurables y conseguir el auto y
el heteroengaño, existe otro camino para evitar el sufrimiento impuesto por las renuncias y
obligaciones limitativas que la vida social exige. Ese camino consiste en "fabricarse un mundo
interior", privado o personal, en el que nadie puede penetrar y en el que el "Yo" vive rodeado
de sus propias creaciones fantásticas. A eso se llama "vivir de ilusiones", aun cuando también
es "vivir de representaciones". Son infinidad las personas cuya fórmula existencial consiste
precisamente en eludir la realidad presente y en alimentarse espiritualmente del "recuerdo y
de la esperanza". Así, por ejemplo, la novia abandonada huye del sufrimiento releyendo las
cartas de su ingrato, en las que le juraba amor eterno; tras su lectura re- vive todas las escenas
venturosas del pasado y "sueña" con que pronto retorne su amante, sumiso y arrepentido.
¿Qué misteriosa cinematografía es esa que se proyecta para nosotros solos en el telón de la
fantasía? En verdad que cuanto más se piensa en ella más admiración se siente por la sutilidad
y la complejidad de las funciones psíquicas y menos nos parece fácil llegar a explicarlas
enteramente por hipótesis o conceptos puramente físicos. Porque lo interesante del caso es
que en ese "soñar despierto" o "ensoñar" hay quienes llegan a entrever sucesos, paisajes e
imágenes cuya perfección y belleza son superiores a las de la propia realidad, de la que huyen
por haberles sido esquiva. Así, ¿qué mujer de carne y hueso podrá medir la perfección de sus
líneas con la ilusoria Venus a quien ofrendan sus noches los adolescentes mancebos que
permanecen insomnes en las alcobas de los internados? ¿Qué melodía "natural" podrá resistir
la comparación con las que produjo el febril esfuerzo imaginativo del genial sordo Beethoven?
Amigo lector: hemos entrado en el paraíso de esa actividad a la que despreciativamente le
llaman "la loca de la casa"; ese paraíso, excelso e infinito en sus posibilidades, tiene un nombre,
se llama: ARTE.
La actividad artística es, pues, uno de los mejores recursos pata disminuir el sufrimiento. Es
verdad que se precisa sufrir para crear una obra de arte. Mas una vez ésta realizada —primero
en el íntimo taller de la fantasía y luego en el público taller de trabajo del autor—, recompensa
con creces, y a veces perennemente, el sufrimiento que la engendró. Crear, crear dejando
rienda suelta al vagar de la fantasía rielándola sobre cualquier técnica —pictórica, musical,
escultórica, literaria— es uno de los excelsos placeres que nos compensan de las "lágrimas del
valle".