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PSICOLOGIA - Etapas principales de la formación del Yo
EL PRIMER AÑO DE LA VIDA
Nacemos siendo, apenas, unos kilos de materia capaces de gritar, chupar y dormir. En efecto,
las 24 primeras horas de nuestra vida se distribuyen así: 21 horas de sueño; 2 de llanto y
alimentación; 1 de vigilia tranquila, con los ojos medio cerrados. Pero a partir de ese momento,
el equipo de reflejos, inhibiciones y emociones que heredamos empieza a desarrollarse y,
especialmente en relación con la ingestión de la leche, establecemos, de un modo puramente
automático, una serie progresiva de "reflejos condicionales", reflejos que llevarán a establecer
algunos signos o puntos de referencia exteriores, capaces de anticipar reacciones y,
principalmente, posturas, a las necesidades de la experiencia. Así, ya a las dos semanas, el
recién nacido se pone a chupar apenas se le acerca el pecho o el biberón, sin esperar a que
contacte con su boca el pezón o la tetilla. Durante el segundo y el tercer mes ese proceso de
aprendizaje por condicionalización refleja se ve reforzado por el denominado aprendizaje
imitativo, que entonces alborea. El niño, convertido en un espejo de su cuidadora, intenta
imitar sus gestos y expresiones de un modo rudimentario y empieza, de esta suerte, a hacer
"gracias", aun sin proponérselo.
De los tres a los seis meses tiene lugar un importante proceso: el establecimiento de la
denominada "coordinación óculomanual", mediante la que le va a ser posible prender e
inmovilizar en el campo visual aquellas manchas (cosas) que más despierten su curiosidad y
determinen su afán investigador. Cuando una de esas "manchas" es agarrada y las manos se
entrechocan y deslizan sobre ella, el niño goza inefablemente, pues con ello se provoca una
experiencia sensorial totalmente nueva: la cosa se transforma en objeto y pasa, de este modo, a
formar parte de su rudimentario ámbito personal.
En la segunda mitad del primer año, el infante pasa varias horas diarias en posición sentada o
erecta; ello le obliga a reajustar los ejes de referencia de su vista (coordenadas), pero le permite,
a la vez, una mayor movilidad del cuello y, por tanto, una ampliación de su campo visual, que
ahora organiza con noción de simetría y una incipiente impresión de relieve. Asimismo, en
esta segunda mitad se precisan algunas reacciones electivas (selectivas), se organiza la
seriación de presiones mnémicas (huellas o recuerdos) en el intervalo de unas horas (o sea,
que la memoria infantil, en su fase evocativa, no traspone el umbral del día aunque, en su fase
de reconocimiento, evidentemente llega más allá de él) a veces, aparecen las primeras
intelecciones o juicios significativos, esto es, las iniciales muestras de su futura inteligencia.