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PSICOLOGIA - El dinamismo estructural
EL PENSAMIENTO MAGICO Y EL PENSAMIENTO LOGICO
No pudo pasarse, en la evolución humana, del simple decurso asociativo al organizado
discurso lógico sin una serie de fases intermedias, en las que se mezclaban los resultados de
engarzar los datos de conciencia, por las meras leyes de la semejanza, la contigüidad y el
contraste, con los esfuerzos de combinarlos de acuerdo a principios significativos esenciales,
más profundos o substantivos. (sustancia significa: "lo que está debajo", es decir, lo inmutable,
el Ser de cada cosa; un principio sustantivo es, por tanto, un principio universal y eterno, que
puede existir por sí mismo, o sea, que puede subsistir.)
Y bien, durante muchos siglos la Humanidad se dejó guiar en sus alboreantes esbozos de
pensamiento por los denominados "principios mágicos", que resultan de aplicar directamente
las tendencias asociativas a la orientación de los juicios. Es así como los dos principios
fundamentales de la magia, enunciados por Frazer, se formulan:
1) Cada objeto o fuerza produce su similar.
2) Dos objetos o seres en contacto intercambian sus propiedades.
De acuerdo con el primero de estos principios se confunde la "apariencia" y la "esencia", es
decir, la "forma" y la sustancia". Así, por ejemplo, se cree que todos los objetos redondos
derivan del Sol, porque éste, siendo redondo, ha producido todas las cosas existentes que
tienen su forma. ¡Y creyendo esto, un salvaje es capaz de acercarse a una manzana o a una
naranja, cuando tiene frío, suponiendo que va a calentarle!
El segundo principio es, aun, más pródigo en consecuencias: de él derivan muchas
supersticiones y costumbres actuales, especialmente en los dominios de la Religión y del Arte
(que son los más cercanos a la Magia). Así, por ejemplo, el uso de aros y anillos de adorno se
debe a creer que quienes los llevan adquieren, por la llamada "transmisión" propiedades
solares; lo mismo ocurre con el uso de cruces, medallas y demás amuletos que, en las diversas
religiones, sirven para santificar a quienes los llevan y "los libran de todo mal". Por esa misma
razón, un indio se pone el rabo de un tigre o se adorna con la pluma de un águila, pues cree
que ambos objetos le "transmiten" el valor del tigre y la agilidad de vuelo del águila. O ese
mismo indio sumerge la flecha con que hirió al adversario, en agua hirviendo, pues cree que
cuanto haga a esa flecha lo sentirá el cuerpo con el que estuvo en contacto. Y como la forma de
entrar "más en contacto" con algo valioso es tragarlo, por ello los miembros distinguidos de
los primitivos clanes se comían los cadáveres de sus jefes, para recibir parte de sus cualidades.
En esta costumbre canibalesca ve Freud (en su obra Totem y Tabú) el origen de las ceremonias
de comunión que son fundamentales en la liturgia religiosa. Y lo que es peor: ése es el real
origen de los banquetes de homenaje. ¡Si los "homenajeados" lo fuesen de acuerdo al rito
primitivo habrían de ser "devorados", como postre, por los asistentes! (Quizás ello
determinaría una disminución sensible de tales actos, malos para el hígado y para el bolsillo,
cuando no para los oídos, de los comensales.)
Es fácil imaginarse cuán complicada resultaba la conducta para la mentalidad primitiva, ya
que las cosas y seres cambiaban continuamente de valor y de acción según los momentos y los
lugares en que se hallasen. Una misma persona tenía efectos contrarios, de acuerdo al color de
su traje, o la forma del asiento en que se apoyase, o la hora del día en que la viesen. Por esto
todas las fórmulas mágicas —que todavía son vigentes en muchos "curanderos"— requieren
ser cumplidas con una precisión absoluta o carecen por completo de valor, para quienes en
ellas creen. Es así como, por ejemplo, para curar las viruelas se haría necesario, en la tercera
noche de luna llena, a medianoche en punto, bajo la copa de un álamo, beber tres sorbos de un
brebaje mientras se pronuncian determinadas palabras. Y si todas esas condiciones no se
cumplen estrictamente, la eficacia de la fórmula es nula (claro está que si se cumpliesen,
también lo sería para nosotros, que por nuestra civilización no tenemos fe en tales ritos).
La contradicción constante entre los resultados esperados —y pronosticados por los magos,
derviches, brujos, encantadores y demás "maestros" de la magia— y la realidad llevó
paulatinamente al hombre a descubrir los principios del pensamiento lógico que lo
convirtieron en un ser "racional", ya que ellos son la esencia misma de la Razón.