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PREHISTORIA - El descubrimiento de los metales
EL DESCUBRIMIENTO DEL HIERRO
La última etapa en el descubrimiento de los metales corresponde al conocimiento del hierro.
Sólo en algunas culturas especialmente avanzadas en el campo de la metalurgia, el hombre
primitivo se adelanta rápidamente hasta el empleo industrial del hierro. Por lo general, las
excelencias del bronce, recién recordadas, le permiten no intentar la utilización de nuevos
materiales. Y esas culturas se estacionan, largamente, en la Edad del Bronce. Por ello, en la
mayor parte de los casos, la aparición del empleo del hierro coincide, casi, con la entrada en los
tiempos históricos. Con el hierro, pues, el hombre abandona la Prehistoria para penetrar, con
paso resuelto, en la Historia.
Es curioso señalar esta circunstancia de la tardía aparición del hierro, porque —contrariamente
con lo que ocurre con el oro y el cobre, tan esquivos en estado de pureza— el hierro suele
encontrarse en grandes cantidades en los terrenos asiáticos y europeos, sobre los cuales estaban
ya asentadas civilizaciones metalúrgicas importantes. Es un metal simple, pero que
generalmente no se halla, tampoco, como los precedentes, en estado de ser directamente
utilizado. Generalmente sus vetas lo presentan mezclado con otros minerales o envuelto en
gangas de las cuales es difícil desprenderlo. El hombre de la Edad del Bronce lo ignoraba. De
ahí que tanto por la satisfacción que obtenía de los materiales que ya sabía emplear, cuanto por
las dificultades inherentes a una extracción difícil, cuyo secreto aún no había penetrado, el
empleo del hierro fue retardándose, en la mayor parte de los casos, hasta tiempos muy
próximos a nosotros.
Además —como lo ha hecho notar con mucha propiedad Hoernes—, había otra razón, de orden
técnico, para dilatar ese empleo. Esa razón es la siguiente: todas las culturas metalúrgicas de la
antigüedad reposaban, hasta entonces, en el arte de la fundición, en tanto que el hierro requería
para su empleo una técnica absolutamente distinta y nueva, la de la forja. Cierto es que el
procedimiento de la forja en frío había sido ya empleado en la época inicial de la industria
metalúrgica (como lo hemos dejado consignado al comenzar a tratar este punto). Pero muchas
generaciones habían pasado, y desaparecido desde entonces, y el secreto de este procedimiento
técnico se había, posiblemente, perdido bajo el auge de una era de fundición.
Además, la forja del hierro, por su elevadísimo grado de dureza (que dejaba tan atrás a la del
bronce), era difícil y costosa de aprender. De suerte que fue implantándose poco a poco y sólo
gracias a la inapreciable ventaja del instrumental de hierro sobre el anteriormente usado. Aun
así, el bronce permaneció como un metal aristocrático, con el cual se confeccionaban las armas,
instrumentos, ornamentos y preseas de las gentes de pro, en tanto que el hierro fue considerado
como un metal vulgar, apto más bien para ser empleado por las gentes del común.
Estas consideraciones no son meras inferencias antojadizas. En numerosísimos trabajos, los
arqueólogos han podido señalar, en un mismo yacimiento, la existencia de materiales de bronce
y de hierro. En la inmensa mayoría de los casos, el instrumental de bronce está siempre
vinculado con los jefes, sacerdotes o dirigentes, en tanto que el de hierro pertenece a los meros
soldados o labriegos. Estas atribuciones pueden determinarse con facilidad, especialmente por
el ajuar funerario depositado en las tumbas. La riqueza de los elementos cerámicos, del
vestuario y de muchas otras manifestaciones de la vida, corroboran decididamente aquella
interpretación.