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PREHISTORIA - Curiosidad por el pasado
LAS EDADES DEL HOMBRE
Las investigaciones, que a partir de 1860 se intensificaron en todos los sectores de las "ciencias
del hombre", trajeron como consecuencia la reunión de una masa formidable de materiales, en
los que la crítica y la discriminación de los especialistas intentó poner un orden adecuado. En
realidad, desde 1836, según ya queda dicho, se había iniciado esta etapa clasificatoria. En ese
año, Thomsen había establecido las tres edades cronológicas del desenvolvimiento cultural del
hombre. Según esta clasificación, el ser humano ha pasado, durante la prehistoria, desde el
punto de vista técnico, por tres períodos consecutivos: la Edad de la Piedra, la Edad del Bronce
y la Edad del Hierro. Esta primera división tríplice, admitida universalmente hasta nuestros
días para la prehistoria europea, ha sufrido algunas modificaciones en su estructura interna,
dividiendo interiormente estas edades. La principal de tales divisiones es la que fue introducida
desde la época en que se vieron triunfar las ideas de Boucher de Perthes: la primera de aquellas
edades fue dividida en dos períodos: de la piedra tallada o Paleolítico y la de la piedra pulida o
Neolítico. Más tarde algunos autores han intentado la introducción del Mesolítico, período
intermedio entre los dos señalados.
Esta clasificación, como se ve, toma por base el material predominante en las industrias del
hombre. Lartet ha ideado otra clasificación, basándose en la fauna fósil asociada a los restos de
la industria humana, tal como se los encuentra en el piso y subsuelo de las cavernas europeas.
Para ello ha dividido el período prehistórico en cuatro grandes edades: la Edad del gran oso, la
Edad del mamut, la Edad del reno y la Edad del uro. Como la anterior, esta clasificación ha
sufrido posteriormente algunas modificaciones; pero contrariamente a aquélla, en el sentido de
la simplificación. Así, Dupont la ha simplificado, reuniendo los dos primeros períodos en uno
solo, el del mamut (o de los animales extinguidos) y los dos últimos en otro, que llamó del reno
o de los animales emigrados.
Aquellas clasificaciones, según se habrá advertido, reposaban en elementos extraños a lo
puramente arqueológico, de manera que eran aceptadas con alguna resistencia por parte de los
arqueólogos puros, a cuya cabeza se encontraba, en Francia, de Mortillet. Por ello, éste, en 1869,
creó una clasificación exclusivamente arqueológica, basada en las distintas fases del trabajo
industrial del hombre primitivo. Tres de sus grandes épocas comprendían la extensión del
período Paleolítico, y la cuarta, y final, se desarrollaba en el período Neolítico. También esta
clasificación, al igual de las anteriores, ha sido objeto de modificaciones internas. Las primeras
de ellas fueron propuestas por su mismo autor; las subsiguientes, por otros estudiosos.
La causa de tales innovaciones era el constante aumento de los materiales y del conocimiento de
las particularidades de la vida y de la industria del hombre prehistórico que ello implicaba, lo
cual permitía establecer fases particulares, que resultaban de la subdivisión de las grandes
épocas iniciales. Por ello, en la actualidad, cada época ha sido subdividida en dos o tres
períodos internos.
De Mortillet fue el primero en advertir la imposibilidad de conceder un valor general,
ecuménico, a su clasificación. En nuestros días ésta no es absolutamente aceptable, ni siquiera
para toda Europa. Los estudiosos contemporáneos la admiten más bien como una norma
general que como una clasificación general. La secuencia de períodos que ella indica tiene sólo
un valor local, especialmente para la parte occidental de Europa, que es, por otro lado, la más
estudiada y la mejor conocida desde el punto de vista prehistórico.
En este sentido, ha habido un cambio profundo y sustancial en el enfoque del proceso del
desarrollo de la cultura del hombre. Para Mortillet y sus continuadores inmediatos, la sucesión
de épocas prehistóricas no constituía más que el desarrollo regular y lógico de una serie única:
la de la industria humana. En nuestros días, consideramos que ese concepto unitario debe ser
sustituido por el de la multiplicidad de las culturas y civilizaciones diferentes que, desde los
albores de la humanidad, se agitan, migran y se entrechocan, siguiendo en cada caso particular
la prosecución de su propio ciclo evolutivo. La duración de estos ciclos es harto variable. Los
que tienen vitalidad suficiente se dilatan en el tiempo y se expanden en el espacio. Los otros
recorren fugazmente su trayectoria vital y se agotan y desaparecen.