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PEDAGOGÍA - Los límites de la educación
TENDENCIAS OPUESTAS
El hombre se mueve entre dos tendencias con signos distintos y opuestos: quiere vivir, quiere
conservar su vida y satisfacer el placer del instante. Tiene tendencias individualistas, egoístas, que
le llevan a salvar su yo desentendiéndose de la comunidad, del tú. Quiere tener la mayor cantidad
de bienestar, de lujo,
de confort. Colmar sus necesidades vitales con olvido evidente de las
necesidades de su hermano. Mas, por otro lado, es persona y como persona tiene la pretensión de
incorporarse al proceso de la historia creando objetos —arte, ciencia, moral— que tengan una
validez objetiva; más aun, que alcancen, si es posible una categoría absoluta.
Quiere lo particular, concreto y contingente. Ama lo absoluto y eterno. He aquí su drama. Un
drama del que no huye, porque lo ama. El hombre ama el drama. Vivirlo en su destino; pero no se
con, _forma con eso; se enamora de lo que constituye su "sino", su "tragedia": quiere y no quiere;
sabe y no sabe; afirma su anhelo de superación y lo niega impidiendo que ese anhelo se convierta
en realidad. Sueña con un progreso indefinido y hace cuanto puede por contrariar ese progreso.
Nunca como ahora ha tenido el mundo una conciencia tan clara de ese drama. Nunca como ahora
ha logrado el hombre ver con nítida precisión los términos del problema como en el problema de
su ser. Y si el claro planteamiento del problema contribuye no poco, en las matemáticas, a hallar la
solución, no cabe duda de que hoy más que nunca cabe esperar el anticipo, el anuncio de una
salvación que, por lejana que sea, no debe considerarse imposible.
Los días que corren se caracterizan por el apetito de confort, de lujo, que ha llegado a ser la
preocupación principal del hombre. Al ver hasta dónde ha llegado el espíritu de invención y hasta
dónde la ciencia se ha puesto al servicio de la técnica para satisfacer no sólo las necesidades sino
los caprichos del hombre, se diría que todo va a continuar en la misma línea haciendo efectivo ese
progreso indefinido o infinito, que fue el ensueño romántico de algunos filósofos del siglo XIX.
Los inventos nuevos en vez de aplacar las necesidades crean otras nuevas que demandan otros
inventos, y así, en progresión inacabable, hasta lo infinito. Lo que era ayer concebido como
inaccesible se presenta hoy como necesidad urgente, imperiosa; no para el capricho de un hombre,
sino para el apetito, siempre insatisfecho, de la masa, de todos los hombres. ¿Qué hacer? Parece
imposible contener este frenesí que si no se aplaca por las buenas se enciende, más y más, por las
malas: se acude a la revolución y a la guerra; la acción directa substituye a la justicia social.
Y bien, el ascenso creciente de este anhelo que no se apaga nunca parece que ha llegado ya a su
extremo límite. Y los hombres, algunos hombres, los mejores, empiezan a preguntarse si no habrá
llegado la hora de buscar nuevas vías, nuevos caminos, a ese afán del hombre que constituye su
debilidad, pero que puede constituir su grandeza si se le cambia de signo, si se le orienta en otra
dirección, con otro rumbo.