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MUSICA - El porvenir de la música
¿Qué novedades reserva el día de mañana a la música, tanto en lo que se refiere a la creación
en sí como a los medios y elementos de expresión?
Expuesto es hacer vaticinios. Pero sí caben algunas consideraciones sobre el porvenir,
basándose en el pasado y en el fugaz presente.
El hecho de que la música haya realizado una evolución y un progreso tan rápidos ha sido
causa de que algunos supusieran que este camino ascendente había de continuar. Ya hemos
dicho en el capítulo sobre la evolución de la música que ésta había llegado a la cumbre en el
período romántico, y que es difícil que las grandes obras de esta época puedan ser superadas,
ni en nobleza de inspiración, ni en perfección de la forma. Se llegó a esta cima por el desarrollo
completo, conjunto y equilibrado, de todos los elementos de la obra musical: melodía, armonía,
sistema rítmico, orquestación y composición general. Pero de estos elementos, la melodía no
puede progresar porque la estructura melódica se basa en la atracción tonal;
fuera de la
tonalidad la melodía no tiene sentido. No podrá, pues, manifestarse en otra estructuración
sino la que presenta en las obras del período clásico-romántico, en las que el sistema tonal
llegó a su máxima expansión, y con él la melodía.
En cuanto al ritmo, no cabe imaginar fórmulas muy diferentes de cuantas ya se han usado;
acaso sólo algunas combinaciones más o menos complejas e ingeniosas, pero que nunca serían
causa suficiente para hacer suponer que por ellas la esencia verdaderamente musical de las
obras hubiese avanzado.
La composición es de orden estético general; por sí sola ella no pudiera hacer avanzar otra
etapa a la música en su progreso.
La orquestación ha reunido en la orquesta moderna los tipos ideales y representativos de los
procedimientos puros y nobles de producción del sonido. Y no hay otros. Ni es posible, como
algunos acaso supondrían que un día se inventaran nuevos instrumentos —de valor artístico,
se entiende— ni otra manera de producir sonidos que tuvieran un timbre desconocido y
poseyeran calidad musical. Ya se ha intentado utilizar el sonido de la onda radial y hasta se ha
creado una especie de instrumento para usarlo, pero sus notas son gangosas y el paso de una a
otra es continuo, y no pueden emplearse en él la mayoría de los medios de articulación y
expresión que tan esencial importancia tienen en la ejecución musical. Por esto sus sonidos
carecen de calidad artística, y, por tanto, no pueden utilizarse en la composición de obras de
alta y seria jerarquía.
En cambio, la armonía, desde sus comienzos, ha seguido un avance constante por el camino de
la disonancia. Poco a poco, a los acordes consonantes fueron aplicándoseles disonancias, que
se resolvían, invariablemente, sobre las consonancias del acorde perfecto. De modo que, en el
fondo, la armonía era consonante. Hasta que ya en los tiempos modernos, empezaron a usarse
las disonancias independientes, con valor propio, es decir, sin ser consideradas como
sustitución de consonancias sobre las que habían de resolverse. Esta marcha hacia la
disonancia no ha terminado. La armonía, pues, tiene capacidad para evolucionar en un sentido
progresivo; y sería, de los elementos esenciales de la música, el único que ofrecería esta
posibilidad. El progreso y los descubrimientos, en arte, son obra de la intuición. Pero también
la reflexión y el raciocinio ayudan a dar forma y consistencia a las nuevas concepciones e ideas.
La observación de estos fenómenos y el reflexionar sobre ellos me hizo comprender que, en
realidad, la armonía consonante no era más que una resonancia de la nota fundamental y que
la verdadera armonía sería la formada por notas distintas, que no resonaran, es decir, que no
fueran consonantes. Esto explicaría la marcha incesante de la música hacia la disonancia. Y
esto me hizo concebir el sistema intertonal o de la disonancia pura, que es el limite a que
tiende la evolución armónica. Lo he llamado "intertonal", esto es, entre tonalidades —cada voz
en tono distinto y cada voz cambiando continuamente de tono— porque esta modulación
constante, mejor, esta "intertonalidad", favorece el uso de la disonancia absoluta.
Pero, por forzosa consecuencia, el camino de la armonía hacia el intertonalismo se ha de ir
apartando del de la melodía, que se apoya sobre la estabilidad tonal. Y entonces nos
encontramos con la dificultad creciente de la creación de melodías que se adapten a la nueva
armonía. Y sin melodía no se concibe la obra musical. Sin embargo, son una prueba de la
posibilidad de hacerlo la "Marcha fúnebre" y el "Andante agitato" de mi "Suite Intertonal", en
que está empleado este sistema de una manera estricta, en la primera, y en forma menos
rigurosa, en el segundo.
Las especiales condiciones de la transmisión radiofónica han dado pie a suponer que ellas
podrían influir en la creación musical, especialmente en el aspecto instrumental, puesto que la
mayor o menor proximidad al micrófono receptor puede dar importancia principal, en
cantidad de sonido y en prioridad de plano, a elementos que, en la audición directa, no
hallarían posibilidad de tenerla. Por ejemplo, el canto de una flauta, a pesar del poco cuerpo
de su sonoridad, podría sobresalir entre la masa total de la orquesta; o las finas notas de un
arpa, destacar su argentino y encantador sonido sobre los acordes llenos y rumorosos del
conjunto de los demás instrumentos. Todo ello sería, realmente, fuente de recursos de valor
extraordinario, si no fuera que han de ser obtenidos a través de la reproducción mecánica del
sonido, y a costa —como ya dijimos antes— de su más fina calidad artística, y del timbre
natural del sonido, que es la materia estética con que se construye la obra musical. No es
probable, pues, que se produzca progreso por los medios mecánicos de la ejecución de la
música.
"Pero —como digo en el capítulo VI de mi obra Los grandes problemas de la música en los
párrafos que quiero copiar ahora, como final de este trabajo— progrese o no progrese la
música,
siempre será necesaria la creación de nuevas obras musicales; ni el hombre sabe
resistirse al deseo de la invención musical, ni la humanidad puede vivir sin satisfacer el goce
artístico en todos sus aspectos.
"Y exige, además, que se le satisfaga este apetito con producciones nuevas, que tengan el
interés de lo no conocido; de modo que no sería suficiente la repetición indefinida de las
mismas obras para saciar este afán de arte, sino que habrá que ir renovando, constantemente,
el caudal artístico. La obra artística se digiere; por eso, para llenar su cometido, el arte tiene
que ofrecer, incesantemente, obras frescas, no cansadas, sean o no de renovadoras tendencias,
copien o no estilos conocidos, sean originales o comunes, brille o no el genio en ellas. Y cuanta
más emoción haya sabido darles el autor, más tiempo guardarán el poder de satisfacer el ansia
estética del hombre.
"Esta humana necesidad de arte es reflejo de una acción interior muy honda y muy
trascendental; y es que por medio del arte, y en general, de toda actividad espiritual —como
de un sublime fermento—, la naturaleza va transformando la materia en espíritu; lejano y
último destino de la evolución del universo."