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MUSICA - La interpretación
Las obras de arte plástico o del espacio no necesitan interpretación; las obras del arte del
tiempo, para llegar a tener realidad efectiva, necesitan ser interpretadas. Esto ocurre muy
particularmente en la música, y también en las creaciones poéticas de carácter escénico.
Aparece entonces un nuevo arte, no de creación, sino de interpretación; otro tipo de artista, no
creador, sino intérprete.
En un principio, el músico era el que hacía música, es decir, el que cantaba o tocaba. Era
llamado músico aquel que tenía una buena voz o gracia en el canto, o hábil facultad para tocar
un instrumento. Y él mismo, para usar y demostrar sus facultades, imaginaba o inventaba
canciones o tonadas. Tales eran los juglares o los trovadores de los tiempos medievales.
Pero poco a poco se fue deslindando en dos ramas el arte del músico: una, la del que inventaba
los aires para cantar o tocar; otra, la del que los ejecutaba sirviéndose de una técnica cada día
más avanzada y más difícil de dominar. Ya el gran poeta español fray Luis de León, en el siglo
XVI, en la maravilla altísima de los inspirados versos de su oda "A Salinas", exalta así el arte y
el sabio dominio de este músico:
El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada, 
Salinas, cuando suena
la música extremada
por vuestra sabia mano gobernada.
No han dejado, sin embargo, de presentarse siempre numerosos casos en que coexistían en un
solo artista las dos actividades de creador e intérprete. Los germanos Bach y sus hijos fueron
tan grandes creadores como grandes ejecutantes en el órgano y el clave. Lo mismo los
Couperin franceses. Y Mozart, austriaco. Y los pianistas y compositores a la vez, tan famosos,
Schumann, alemán, Chopin, polaco; Liszt, húngaro, y los españoles Albéniz y Granados.
Obsérvese cómo todos son ejecutantes de instrumentos de teclado: porque en estos
instrumentos está contenida, en potencia, toda la música.