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MUSICA - Las escuelas musicales
Queda expuesto en el capítulo anterior lo referente a las escuelas musicales: escuela de los
polifonistas, escuela romántica, escuelas nacionales. Pero si contemplamos, en una visión de
conjunto, el panorama de toda la producción musical, vemos resaltar, por encima de todas las
demás, dos grandes escuelas: la italiana y la alemana, caracterizadas por presentar en ellas
papel preponderante la melodía en la primera, y la armonía en la segunda, los dos elementos
esenciales de la música.
En Italia, la melodía, especialmente confiada a la voz humana, tuvo su principal manifestación
en el teatro. La ópera italiana, durante largo período de tiempo —del siglo XVIII hasta el
último cuarto del XIX— dominó sobre las escenas líricas de todo el mundo. Y era tal la
admiración y el encanto que provocaba sobre todos los públicos, que parecía que la música
entera estaba concentrada en las cantilenas melodiosas y sentimentales de las óperas de Bellini
("Sonámbula", "Norma"), de Donizetti ("La Favorita", "Lucía"), de Rossini (el gracioso "Barbero
de Sevilla", superior a la grandiosidad, un poco huera, de "Guillermo Tell" o "Moisés"), y
terminando con Verdi, el poderoso genio popular de la música dramática, con tantas obras
famosas, abundantes de cantos que el mundo entero repite ("El Trovador", "La Traviata",
"Rigoletto", "Aída"...) .
En cambio, en Alemania la música tomó con preferencia el camino de la armonía y de la
orquesta, y por esta senda llegó a las más altas cimas de la música, como ya hemos visto en el
capítulo precedente. El esplendor de la escuela alemana se mostró en la música de concierto,
es decir, en la música sinfónica. Tanto es así, que hasta en las obras musicales del teatro
germano, es la orquesta la que siempre guarda el papel preponderante, es el protagonista real
del drama musical, así como lo era, en el teatro italiano, la voz humana. Sin embargo, el teatro
lírico alemán ha tenido, paralelamente al italiano, obras de altísimo valor y fama. No hemos de
citar más que las de Glück con su divino "Orfeo"; las inspiradísimas de Mozart "Las bodas de
Fígaro" y "Don Giovanni"; "Der Freischutz", de tan hondo romanticismo, de Weber; y todas las
de Wagner, desde la que podemos considerar como inicial de su carrera, "El holandés errante",
hasta la última, "Parsifal", pasando por "Tannháuser" y "Lohengrin", por "Tristán" y "Los
maestros cantores", y la colosal "Tetralogía".
Por eso, como parte integrante de la gran escuela sinfónica alemana, figuran siempre, y en
lugar preferente, entre las composiciones orquestales de concierto, fragmentos sinfónicos
arrancados de las obras líricas del teatro alemán.
La escuela ideal sería la que fundiera en sus obras el sinfonismo alemán con el lirismo italiano.
Por impulso espontáneo, yo creo haberlo intentado realizar en mis óperas "Gala Placidia",
"Marianela" y "La princesa Margarita".