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HISTORIA DE LA CIENCIA - El siglo XX
EL MUNDO FISICO: EL MICROCOSMOS
RUTHERFORD EXPLORA EL INTERIOR DEL ATOMO
El descubrimiento de que la materia es un fenómeno eléctrico fue legado como preciosa
herencia por el crepúsculo de la centuria pasada al amanecer del siglo XX. El análisis de las
radiaciones radiactivas no dejaba subsistir dudas de que el interior atómico encerraría
corpúsculos eléctricamente cargados; al electrón de carga negativa, identificado ya desde
décadas en inmenso número de experimentos, se agregó el protón, corpúsculo elemental
positivo. El minúsculo glóbulo, simple e indivisible, el átomo de Dalton, pertenecía
irrevocablemente al pasado; todo parecía indicar que el gran bazar de los elementos químicos
está compuesto de átomos, cuya diversidad se explicaría por la naturaleza y el número de las
partículas fundamentales. Pero ¿cómo podía el átomo alojar esta población eléctrica?
Por cierto, los modelos no faltaron, pero ninguno satisfizo al genial experimentador ERNEST
RUTHERFORD (1871-1937). En 1911 tuvo la idea de preguntarse qué es lo que ocurriría si se
bombardeara con partículas alfa emitidas por sustancias radiactivas a los átomos. Lanzando
haces de partículas alfa contra delgadas láminas metálicas, Rutherford observó que la mayoría
de sus proyectiles ultramicroscópicos atravesaban sin dificultad la lámina, como probaban sus
impactos, revelados por .una pantalla fluorescente. Sin embargo, algunas de las partículas
fueron desviadas y aun rechazadas. Todo ocurría como si el interior de los átomos estuviese
esencialmente vacío, como si su materia estuviera concentrada en algunos granos presentes en
el espacio intraatómico y provistos con cargas positivas. Admitiendo que la desviación de
estos proyectiles cargados positivamente fue causada por la atracción de esos granos positivos,
Rutherford bosquejó un modelo de átomo. Este sería semejante a un sistema solar en
reducción microscópica. En torno del núcleo, formado por protones positivos y electrones
negativos, girarían electrones periféricos, comparables a planetas ultra-microscópicos. El
número de esos electrones es tal que neutraliza las cargas
protónicas, no cubiertas por
electrones nucleares. Los diámetros del núcleo-sol y de los electrones planetarios son muy
pequeños en comparación con el espacio que se les ofrece en el interior del átomo; lo cual
explicaría por qué un proyectil alfa lanzado contra el átomo no tiene más posibilidad de
golpear un grano material (protón o electrón) que un corneta, penetrando en el sistema solar,
de chocar con un planeta. El número de los electrones periféricos es el que determina las
propiedades químicas del elemento. Agrupando los elementos en el orden del número
creciente de sus electrones extra-nucleares, se vuelve a encontrar la clasificación periódica de
Mendeléiev. Digamos en seguida que este modelo ruthefordiano, a pesar de las
modificaciones que ha debido sufrir, no dejó de prestar valiosos servicios a la atomística.
Observemos de paso que actualmente ya no se considera al núcleo, como hiciera Rutherford,
formado por protones y electrones, sino que se admite que está constituido por protones y
neutrones, siendo estos últimos partículas desprovistas de carga.