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HISTORIA DE LA CIENCIA - El siglo XIX
PILA DE VOLTA
ALESSANDRO VOLTA (1745-1827), profesor en Pavía, encontró que los nervios de las ranas
no son necesarios para provocar las convulsiones eléctricas: dos metales y el músculo bastan
para dar el efecto. La sospecha que Volta albergaba acerca de la realidad de la electricidad
animal, lo condujo por último a reemplazar con trapos mojados el contacto de músculos de
ranas en la experiencia de Galvani. En ese momento su gran invención estaba virtualmente
hecha. Con dos metales y el trapo húmedo, la pila eléctrica está creada. Así —acontecimiento
de inmensas consecuencias— la electricidad dinámica hace su aparición. Volta extiende sus
investigaciones a los líquidos y establece cuáles combinaciones entre metales y líquidos
resultan eléctricamente activas, y mejora, en ulteriores modelos, el rendimiento de su aparato.
Una carta de Volta, documento memorable para la historia, dirigida en marzo de 1800 a la
Sociedad Real de Londres y pronto difundida en todos los países de Europa, pone con la
descripción de la pila voltaica un poderoso medio en manos de los investigadores. Se inician
entonces con esmero las búsquedas que revelarán una tras otra las propiedades electrolíticas,
térmicas y magnéticas de la corriente.
Los ingleses WILLIAM NICHOLSON y ANTHONY CARLISLE descomponen el agua con la
corriente de la pila y observan la formación del oxígeno y del hidrógeno liberados por la
corriente. THOMAS SEEBECK (1770-1831) tropieza con el fenómeno de las corrientes térmicas:
pone de manifiesto que en un circuito compuesto por dos metales diferentes se produce
corriente cuando las dos soldaduras no están a la misma temperatura. El relojero parisiense
JEAN ATHANASE PELTIER (1785-1845) descubre el fenómeno recíproco, el cambio de
temperatura que el pasaje de la corriente provoca en un circuito bimetálico.