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HISTORIA DE LA CIENCIA - El siglo XIX
MEDICION DE LAS DISTANCIAS ESTELARES
La primera noche del siglo aportó un notable caudal a nuestros conocimientos del sistema
planetario. El astrónomo italiano GIUSEPPE PIAZZI (1746-1826) descubrió, el 19 de enero de
1801, un astro de octava magnitud, que cambió de lugar con respecto a las estrellas fijas,
manifestando su carácter planetario. Fue Ceres, el primero de los asteroides, el primero de los
pequeños planetas cuyo enjambre circula en la ancha zona comprendida entre las órbitas de
Marte y Júpiter. Las dificultades para calcular los elementos de la órbita del astro descubierto,
que, por aproximarse al Sol, se volvió invisible durante algún tiempo, brindaron al "príncipe
de los matemáticos" KARL FRIEDRICH GAUSS (1777-1855), entonces hombre de 24 años de
edad, la oportunidad para aplicar su elegante método de los cuadrados mínimos y contribuir
así a encontrar de nuevo el planetoide perdido. El hallazgo de Piazzi fue seguido por muchos
otros. Actualmente el número de los planetoides debidamente clasificados supera a 1.500; la
masa de la totalidad del enjambre —que tal vez representa los restos de un planeta
destruido— no iguala a la centésima parte de la masa del globo terráqueo.
El interés despertado por la hazaña de Piazzi y sus sucesores —los "cazadores de asteroides"—
fue superado por la admiración que acompañó al descubrimiento de Neptuno. Antes de ser
percibido por ojos humanos en el firmamento, ese planeta apareció con la unívoca indicación
de su lugar en las proféticas fórmulas del análisis; su existencia fue revelada por las
irregularidades de la órbita de Urano, que las atracciones perturbadoras de los planetas
conocidos no bastaban para motivar. Invirtiendo el clásico problema de la Mecánica celeste,
que consistía en determinar mediante la ley de Newton la perturbación de una trayectoria
planetaria a partir de los elementos conocidos de los astros perturbadores, el astrónomo
francés URBAIN JEAN JOSEPH LE VERRIER (1811-1877) buscó los elementos del perturbador
desconocido a partir de las magnitudes conocidas de su acción, revelada por las anomalías
orbitales de Urano. Cuando el 31 de agosto de 1846 Le Verrier terminó sus cálculos, el
astrónomo berlinés Galle no tuvo más que dirigir su telescopio hacia el lugar celeste señalado
por su colega parisiense para encontrar el planeta de Le Verrier; su posición difería apenas en
un grado de la indicada por el astrónomo francés. Algunos meses antes que Le Verrier, otro
analista, el inglés JOHN COUCH ADAMS (1819-1892) llegó al mismo resultado que su rival
de París; sin embargo, le faltaron medios para verificar la realidad de su hipotético planeta. El
descubrimiento de Neptuno con el único poder del cálculo es una de las más espléndidas
conquistas de la Mecánica celeste: por primera vez en la historia fue encontrado un planeta,
según las felices palabras de Mago, con la punta de una pluma guiada por la fe en la
inquebrantable validez de la ley newtoniana.
Algunos años antes de la hazaña de Le Verrier y Adams, el alemán FRIEDRICH WILHELM
BESSEL (1784-1846) logró medir la distancia de una estrella, problema que había eludido los
esfuerzos de todos los astrónomos desde la lejana época de Copérnico. Las estrellas evidencian
un corrimiento de sus posiciones aparentes —el llamado corrimiento paraláctico— cuando son
observadas desde puntos opuestos de la órbita terrestre. Este desplazamiento aparente,
inversamente proporcional a la distancia de la estrella, es, en todos los casos, muy pequeño y
resulta, aun para las estrellas muy cercanas, inferior a un segundo de arco. Con un
instrumento micrométrico realmente preciso para la época, el heliómetro de Fraunhofer,
Bessel logró en 1838 determinar la paralaje de una estrella y establecer así, por simples
relaciones trigonométricas, su distancia. Casi simultáneamente con Bessel otros dos
astrónomos concretaron el acariciado sueño de tres siglos: WILHELM STRUVE y THOMAS
HENDERSON pudieron determinar paralajes estelares, aunque con menor exactitud que su
rival. Recordamos que la paralaje de una estrella es el ángulo que el radio de la órbita terrestre
(distancia Tierra-Sol) subtiende a un observador colocado sobre la estrella. Conocido el valor
en kilómetros de la distancia Tierra-Sol (unidad astronómica), la determinación de la paralaje
permite calcular inmediatamente la distancia de la estrella. Al ínfimo ángulo paraláctico
encontrado por Bessel correspondían 640.000 unidades astronómicas: tal fue la distancia que
los cálculos asignaron al astro 61 de la Constelación del Cisne, una de las estrellas cercanas.
Después de la hazaña de Bessel, numerosas mediciones en el espacio sideral dejaron como
conclusión que la distancia de ninguna estrella es inferior a 250.000 veces la distancia que nos
separa del Sol.