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HISTORIA DE LA CIENCIA - Los griegos
PLATON (428-347)
Platon, el más profundo pensador de la antigüedad, no ocupa en la Historia de la Ciencia el
lugar privilegiado que le corresponde en la Filosofía. Negador de la realidad del mundo
sensible, sólo concede realidad a las ideas, "inmutables arquetipos", de los cuales las cosas
tangibles, pero pasajeras, no representan más que las sombras. Estas ideas lo condujeron a
condenar el experimento, a despreciar la inducción y a dar a las ciencias de la naturaleza —
salvo la Astronomía— poca importancia, pues su estima pertenece a las Matemáticas y a la
Geometría, que encarnan —con números y formas— las características esenciales de las ideas-
arquetipos del universo platónico.
A pesar de la indiferencia de Platón con respecto a las ciencias de la naturaleza, los objetos de
éstas son en realidad ideas-arquetipos. El método inductivo —injustamente despreciado por el
gran pensador— procede por idealización del objeto empírico y hace de éste, generalizando la
validez del experimento, entidades platónicas. El péndulo matemático, el gas ideal, el cristal
perfecto, el cuerpo químicamente puro, la clase y la especie en Botánica y en Zoología son
imágenes creadas por la mente, verdaderos arquetipos platónicos.
La astronomía de Platón —su Cosmos dotado de alma— es más bien poética que científica.
Empero, no es en estas ocurrencias cosmológicas —basadas en una caprichosa analogía entre
el Universo y el hombre—, donde debemos buscar el aporte del filósofo a la ciencia del cielo.
Su mérito está en haber formulado con claridad el primordial anhelo de la astronomía antigua:
asimilar las apariencias observables del firmamento, siempre irregulares y complicadas, a
movimientos ideales, inobservables, pero simples y regulares. Obedeciendo a las mismas
inquietudes que los pitagóricos, Platón estaba convencido de que los movimientos celestes
deben realizarse sobre círculos.