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HISTORIA DE LA CIENCIA - Los griegos
LOS GRANDES ALEJANDRINOS
CLAUDIO TOLOMEO
Salvo un opúsculo juvenil, los escritos de Hiparco se perdieron; mas, felizmente, su contenido
esencial fue salvado del olvido por CLAUDIO TOLOMEO, que vivió hacia el año 150 después
de Cristo, en Alejandría. Enriqueció la preciosa herencia con aportes propios, completó y
sistematizó las ideas de su ilustre predecesor, dándoles la forma acorde de un cuerpo de
doctrina cuyo prestigio debía durar catorce siglos e hizo del nombre de Tolomeo un símbolo
de la sabiduría astronómica de los antiguos. La base del sistema tolomeico del mundo no
difiere mucho de la cosmología adoptada por Hiparco: fijeza absoluta —en el centro del
Universo, esférico y finito— de la Tierra; pequeñez de nuestro globo, considerado como punto
con relación al Cosmos; rotación diurna en torno de la Tierra del conjunto del cielo de Este a
Oeste, trayectoria de los astros, resultante de combinaciones de movimientos uniformes y
circulares. Mas, si bien los principios generales son los mismos que en la astronomía del
maestro, su adepto creó una doctrina completa sobre los planetas, cosa que Hiparco apenas
esbozó.
Adaptando a sus fines un descubrimiento geométrico de APOLONIO DE PERGA, Tolomeo
hizo recorrer a los planetas, con velocidad constante, un círculo llamado epiciclo, cuyo centro
se desplazaba en torno de la Tierra sobre la circunferencia de otro círculo, el "deferente"; el
centro de éste, sin embargo, no coincide con el de la Tierra. Los planetas interiores, Mercurio y
Venus, emplean un lapso igual al que hoy llamamos su revolución sinódica para realizar una
vez el giro de su epiciclo, cuyo centro tarda un año para recorrer el deferente; por el contrario,
los planetas exteriores, Marte, Júpiter, Saturno, se mueven sobre sus epiciclos en un año,
mientras el centro del epiciclo describe el deferente en un tiempo igual a la revolución sideral
del planeta. Estos períodos están elegidos de modo que expliquen por qué los planetas
inferiores acompañan siempre al Sol, sin poder apartarse de éste más allá de una distancia
angular determinada, en tanto que los planetas superiores pueden recorrer todo el cielo.
La teoría de los epiciclos dio buena cuenta de las posiciones estacionarias y retrogradaciones
de los planetas: los planetas se mueven en general de Oeste a Este sobre el firmamento; sin
embargo, de tiempo en tiempo parecen detenerse para recorrer una breve distancia en sentido
inverso antes de volver a tomar su dirección normal. La causa de esta anomalía, irritante
enigma para los griegos, es el desplazamiento orbital de la Tierra en torno del Sol,
desplazamiento que se superpone al movimiento real de cada planeta y engendra, en la órbita
aparente del planeta, la apariencia de las estaciones y retrogradaciones. Ahora bien, en tanto
que el planeta se desplaza sobre la parte B P A de su epiciclo, su velocidad se agrega a la
velocidad de su centro C, en tanto que está restada cuando el planeta recorre la parte A P' B de
su trayectoria. Basta, pues, dar velocidad conveniente al astro sobre su epiciclo para
reproducir las anomalías evidenciadas por la observación.
Tolomeo expuso su doctrina en los 13 libros de su Gran composición matemática, que recibió
de los traductores árabes el título consagrado de Alma-gesto. Ningún escrito astronómico de
la antigüedad tuvo éxito comparable a la obra de Tolomeo, cuyos principios permanecieron
indiscutidos hasta el Renacimiento. La nombradía de Tolomeo fue tan grande durante la Edad
Media, que el rey persa Cosroes (siglo VII), vencedor del emperador bizantino Heraclio,
impuso como una de las condiciones de paz el envío de un ejemplar del Alma-gesto. Síntesis
del saber astronómico de los griegos, el Almagesto señala la culminación y el fin de la
astronomía antigua, de la que Tolomeo es el último gran representante.
Agreguemos, además, que los méritos de Tolomeo no están limitados a la ciencia del cielo: fue
con ERATOSTENES y ESTRABON (63 a. de C.-24 d. C.) uno de los eminentes geógrafos de la
antigüedad. Para representar la superficie esférica del globo sobre una superficie plana, creó
un sistema de proyecciones: los paralelos son círculos con el centro en el Polo Norte, los
meridianos líneas rectas que convergen en el Polo. La imagen que Tolomeo forjaba de países
lejanos es sin duda fantástica, mientras que la descripción de la cuenca del Mediterráneo
revela la exactitud —notable para la época— de sus fuentes, mapas militares del Imperio
romano.